Entre las profundas transformaciones que vive la región, debido a las nuevas modalidades que se imponen en el uso de la tierra y la producción, sobresale el retroceso constante de los pastizales o pasturas naturales.
Lo más característico del perfil ecosistémico del Cono Sur de Sudamérica siempre fueron sus extensas praderas naturales, base fundamental del desarrollo socioeconómico de los países platenses, y responsable de una impronta cultural muy profunda.
De los 100 millones de hectáreas que incluían los pastizales de la región hoy sobreviven la mitad, como consecuencia de lo ocurrido en las últimas décadas por la extensión de la forestación, la agricultura intensiva, y algo por el crecimiento urbano. El ritmo transformador se acerca al millón de hectáreas anuales.
A simple vista parecería tratarse de un cambio más de uso impuesto por las coyunturas económicas nacionales e internacionales. Pero el retroceso de la pradera natural utilizada como sustento de la producción ganadera, implica pérdidas que en general no se advierten.
Como por ejemplo su capacidad para el secuestro de carbono, la protección de cuencas hidrográficas y zonas de recarga de acuíferos, la conservación del suelo y de la diversidad biológica (incluyendo banco de semillas de gramíneas naturales), el potencial turístico que supone ofrecer amplios ambientes para la recreación y el disfrute de la tranquilidad del campo, sin olvidarnos de su importancia para el mantenimiento de costumbres y manifestaciones culturales enraizadas en nuestros pueblos.
Se trata de un aporte integral que por lo menos merece ser analizado con detenimiento y en profundidad.
Organizaciones sociales de la región preocupadas con este proceso transformador impulsaron una iniciativa denominada Alianza del Pastizal que fue recogida por los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay como un proyecto enfocado a la producción y a la conservación.
Uno de los puntos críticos está en repensar el uso de incentivos, considerando que actúan como señales enviadas para provocar determinadas conductas.
Se sabe desde hace tiempo que los incentivos bien instrumentados son mucho más eficaces que las regulaciones y los controles.
Uno de los pilares de esta iniciativa está en el convencimiento técnico de que los pastizales mejorados de una forma cuidadosa -que asegure una carga adecuada, y aportes tecnológicos controlados- pueden elevar entre cuatro a seis veces la producción animal por hectárea, y con ello la rentabilidad de la unidad de producción.
En el marco de esta iniciativa y considerando en particular lo que está ocurriendo en Uruguay -que posee el 20 por ciento de los pastizales del Cono Sur- parece incompatible la inclusión de proyectos de megaminería a cielo abierto.
Porque su desenvolvimiento previsible implica la destrucción de la pradera, y con ello la pérdida de sus importantes aportes enumerados antes.
Son tiempos de tomar decisiones que afectarán el futuro de la región a mediano y largo plazo. Por eso no se puede rehuir responsabilidades. Hay que evitar los apresuramientos al tiempo de democratizar los procesos, para sentar las bases que promuevan el desarrollo efectivamente sustentable de nuestras sociedades.
HERNÁN SORHUET GELÓS
El País Digital, 5 de diciembre de 2012.
Ricardo Carrera
Blog: Http://apiculturauruguay.blogspot.com/
La abeja centinela del medio ambiente
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