Gregori Lladó reivindica la necesidad de incorporar la apicultura y sus beneficios a la vida normal en campos y ciudades | ´Si desaparecieran de la Tierra al hombre le quedarían cuatro años de vida´, recuerdan los apicultores que advirtió Einstein
ALBERTO FERRER | IBIZA Son molestas, a menudo agresivas e infunden el miedo más aterrador en más de uno, pero «si desaparecieran de la superficie de la Tierra, al hombre le quedarían cuatro años de vida». Se trata de las abejas y la cita no es de cualquier mindundi, sino que esas palabras las pronunció el mismísimo Albert Einstein. Por eso los apicultores se refugian en esa frase de prestigio en cuanto tienen ocasión, incluso cuando no están del todo de acuerdo, como es el caso de Gregori Lladó, estudioso y apicultor mallorquín que impartió este viernes la última conferencia de las Primeras Jornadas de Apicultura de Ibiza en el Club Diario de Ibiza.
Pero lo que es un hecho es que las abejas cargan sobre sus diminutos hombros con una tarea clave para la biodiversidad: la polinización. De las abejas dependen el 85% de las especies vegetales y un tercio de la comida que ingerimos (incluyendo alimentos como el ganado que requieren de forraje o cereales para su alimentación).
Polinización flor a flor
Sin abejas, tocaría hacer como los chinos, explicó Lladó, que tras la desaparición de los enjambres de una región, han tenido que polinizar sus flores «una por una. Un verdadero trabajo de chinos».
Lladó aportó que el impacto económico de la polinización supera en siete veces el rendimiento de los otros productos de la abeja. Ello sin olvidar las cualidades de los mismos. Además de la rica y dulce miel, que es una energía sana para nuestro organismo, existe un verdadero boom del propóleos, que es un antibiótico y antiséptico natural y en variantes como el amazónico «está comprobadísimo» su efecto sobre el cáncer. Pero también la jalea real, el polen o la cera tienen cualidades casi milagrosas; e incluso el veneno de la abeja se aprovecha en terapias que se han demostrado «dolorosas» pero eficaces en dolencias como la esclerosis múltiple y otros males autoinmunes, como señaló el presidente de los productores ibicencos, Antoni Escandell.
Lladó mostró cómo en Alemania o Francia se integra la apicultura hasta en las ciudades –incluso el matrimonio presidencial norteamericano Obama ha puesto colmenas en el jardín de la Casa Blanca, en Washington–, y se investiga para mejorar esta actividad, a la que se presta mucha atención en las islas.
Por ello, cree importante extender esta actividad a las nuevas generaciones y recomienda procesos colectivos para seleccionar las «de mayor instinto de limpieza» y con menor tendencia a ´enjambrar´, así como a las reinas menos agresivas, que hagan que las futuras abejas convivan mejor con el hombre. «Las más agresivas no son las más productoras», señaló, desmintiendo una de las creencias tradicionales.
También invitó a los productores pitiusos a compartir sus conocimientos.
La miel cristaliza, no es líquida
Un consumidor informado desconfiaría de la miel líquida, que nunca se licúa, como la que venden en cualquier supermercado. Eso indica que se ha calentado «a más de 90 grados», explicó Gregori Lladó, con lo que «ha perdido todas sus cualidades, como los enzimas» y solo le quedan los azúcares. Entonces ya no es miel, solo un edulcorante, aunque «mucho mejor que la sacarosa». La miel natural «hace cristales», hay que resignarse a ello y disfrutarla en toda su pureza.
Y la manera de lograrlo al máximo es aficionándose a la apicultura, un ´hobby´ que está extendiéndose por lugares como Francia o Andorra, mientras que en Ibiza «parece que va quedando para las generaciones mayores», lamentó Lladó. Y eso que las abejas reportan una renta complementaria muy interesante para pequeñas explotaciones y resultan ideales también como segunda actividad, como insistió en su charla, y no requieren de grandes inversiones en tecnología o equipo. Sobre todo, recalcó, «es una forma natural de ayudar al medio ambiente».
Este experto aboga por la producción ecológica, lo que implica, matizó, evitar químicos que dejen rastro en la producción de la colmena, «no evitar tratar sus enfermedades», la mayoría responsabilidad del hombre. Las abejas se enfrentan a «una cantidad brutal de amenazas», entre las que señaló los cultivos transgénicos, pesticidas y otros venenos en las granjas intensivas, causantes de «buena parte» de los problemas de estas heroínas de la naturaleza.
Fuente: http://www.diariodeibiza.es
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