Un tercio de la producción mundial de alimentos depende de la polinización por abejas. Cómo enfrentar los factores de riesgo para evitar la disminución de colmenas.
¿Qué necesita un manzano, por caso, para dar la célebre fruta que valiera una oda de Pablo Neruda? Una respuesta correcta podría ser: dióxido de carbono tomado de la atmósfera, energía lumínica del sol y sales minerales del agua, elementos indispensables para la fotosíntesis. Sin embargo, falta un ingrediente fundamental: la polinización, un servicio ambiental prestado por las abejas.
“Un tercio del alimento que se consume en el mundo depende de la polinización por abejas para su producción”, expresó la investigadora Marina Basualdo, del Programa Nacional Apícola del INTA (PROAPI). Para la Argentina, añadió, “el desafío es desarrollar investigación y tecnología y, por otro lado, concientizar a los diferentes actores involucrados en los sistemas productivos de las amenazas que perjudican a las abejas y, consecuentemente, a la producción de alimentos”.
De hecho, de acuerdo con la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, el 76% de la producción de alimentos y 84% de las especies vegetales del mundo dependen de la polinización.
Un trabajo realizado por Salvador Sangregorio, del INTA Alto Valle –Río Negro–, demostró que los árboles aislados de las abejas desarrollan pocos frutos y registran rendimientos nulos. Además, ensayos sobre perales de la variedad Abate Fetel determinaron que, sin abejas, los rindes se redujeron un 40%. Investigaciones sobre almendros, colza y vicia, entre otros cultivos, obtuvieron conclusiones similares: sin la intervención polinizadora de las abejas, la producción disminuye.
En los últimos años, la preocupación por el síndrome de desaparición de colmenas (CCD, por sus siglas en inglés), relacionado con problemas de nutrición y aplicación de plaguicidas, alcanzó notoriedad mundial.
Científicos, apicultores y miembros de la industria llevan adelante proyectos para identificar los factores que generan pérdidas de colonias y desarrollar estrategias de manejo sustentable –como COLOSS, donde participan más de 49 países–, además de investigar sobre los efectos de enfermedades y pesticidas –el caso de BEE DOC, Abejas en Europa y la Disminución de Colonias de Abejas Melíferas–.
Los datos sobre este fenómeno son escasos en Latinoamérica, donde conviven grandes diversidades con respecto a factores climáticos, altitud y productores apícolas –que registran desde 15 hasta 1.500 colonias por apicultor–. En esa región, “la situación puede considerarse como en un frágil equilibrio debido a diferentes tipos de riesgos, cada día más presentes”, afirmó Alejandra Palacio, de la Unidad Integrada Balcarce –Buenos Aires–.
Entre esas amenazas se encuentra la intensificación y expansión de la producción agrícola, “que incrementa el uso de transgénicos y plaguicidas”, subrayó Palacio, además de “la pérdida de vegetación natural con el desarrollo urbano y el aumento de las áreas de cultivo”.
Para el coordinador del Programa Nacional de Apicultura del INTA, Enrique Bedascarrabure, cuidar las especies de abejas y particularmente la Apis Mellifera es fortalecer una herramienta de desarrollo. “El potencial de las abejas reside no sólo en la alta calidad de alimentos, suplementos dietarios y productos terapéuticos que nos ofrecen, sino principalmente en los servicios ambientales que brindan”.
En esta misma línea, el especialista Néstor Maceira, del grupo Recursos Naturales y Gestión Ambiental del INTA Balcarce, advirtió que “la polinización es un servicio clave en la organización de los ecosistemas. Su alteración puede generar fuertes impactos en su estructura y funcionamiento y en los bienes y servicios que generan para el hombre”.
Mucho más que miel
Las abejas suele asociarse con su capacidad para producir miel y otros productos de alto valor biológico como el polen, el propóleo y la jalea real. Sin embargo, sus tareas trascienden la generación de productos de colmena.
Según el investigador norteamericano McGregor, el servicio ambiental que presta la abeja multiplica por 10 cada dólar ingresado a la Argentina en productos de colmena, ya que
“El 76% de la producción de alimento y 84% de las especies vegetales dependen de la polinización”, destacó la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, que recientemente renovó el apoyo a la apicultura en su política agrícola.
“Por ello”, continuó el comunicado, “es necesario incrementar la ayuda al sector apícola desde la política agrícola común, mediante revisión de la legislación y el aumento del apoyo financiero como así también la inversión en investigación”.
Por otra parte, el documento europeo enfatiza la necesidad de un plan de acción para la lucha contra la mortalidad de las abejas, que incluye la promoción de prácticas agrícolas amigables para los polinizadores y el mantenimiento y mejoramiento de los programas de investigación existentes. Entre estos programas se destacan COLOSS y BEE DOC, en los que investigadores argentinos del INTA y las universidades que integran el PROAPI participan activamente.
Ricardo Carrera
Blog: http://apiculturauruguay.blogspot.com/
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