El Premio Nobel de Economía arriesga una interesante tesis acerca de lo que él supone una relación entre la crisis alimentaria que están viviendo particularmente los pobres del mundo y el calentamiento climático global.
Fuente: www.losandes.com.ar
Por Paul Krugman - Servicio de noticias The New York Times - © 2011
Estamos en medio de una crisis mundial de alimentos -la segunda en tres años. Los precios mundiales de los alimentos establecieron una marca en enero, impulsados por el precio del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites.
Estos precios en aumento han tenido sólo un efecto modesto en la inflación estadounidense, que aún es baja según estándares históricos, pero están teniendo un impacto brutal en los pobres del mundo, que gastan gran parte, si no es que la mayoría, del ingreso en comestibles básicos.
Las consecuencias de esta crisis de alimentos van más allá de la economía. Después de todo, la gran pregunta sobre los levantamientos contra regímenes corruptos y opresivos en el Oriente Próximo no se trata tanto de por qué están sucediendo como de por qué en este momento. Y se cuestiona poco que los precios por las nubes de los alimentos han sido un importante detonador de la ira popular.
Entonces, ¿qué hay detrás del incremento drástico en los precios? Los estadounidenses derechistas (y los chinos) culpan a las políticas de dinero fácil de la Reserva Federal, con al menos un comentarista que declaró que hay "sangre en las manos de Bernanke". Entre tanto, el presidente Nicolas Sarkozy de Francia culpa a los especuladores, y los acusa de "extorsión y pillaje".
Sin embargo, la evidencia cuenta una historia diferente, muchísimo más siniestra. Mientras que varios factores han contribuido a incrementar el precio de los alimentos, lo que realmente resalta es el grado al cual los eventos climáticos graves han afectado a la producción agrícola.
Y estos eventos climáticos graves son exactamente el tipo de cosas que esperaríamos ver a medida que las crecientes concentraciones de gases invernadero cambian nuestro tiempo, lo que significa que el actual aumento en los precios de los alimentos podría ser sólo el comienzo.
Bien, hasta cierto punto, los precios en aumento de los alimentos son parte de un auge general en los productos básicos: los precios de muchas materias primas, en todo el espectro, desde el aluminio hasta el zinc, han estado aumentando rápidamente desde principios de 2009, sobre todo gracias al rápido crecimiento industrial en los mercados emergentes.
Sin embargo, el vínculo entre el crecimiento industrial y la demanda es mucho más claro, por decir, en el cobre que en los alimentos. Excepto en países muy pobres, los ingresos en aumento no tienen mucho efecto en la cantidad que come la gente.
Es cierto que el crecimiento en países emergentes como China lleva a un incremento en el consumo de carne y, por tanto, a uno en la demanda de alimento para ganado.
También es cierto que las materias primas agrícolas, en especial el algodón, compiten por la tierra y otros recursos con las cosechas alimentarias; al igual que la producción subsidiada de etanol, que consume mucho maíz. Así que tanto el crecimiento económico como las malas políticas energéticas han jugado cierto papel en el aumento del precio de los alimentos.
No obstante, los precios de los alimentos se rezagaron respecto de los de otros productos básicos hasta el verano pasado. Entonces, golpeó el tiempo.
Hay que considerar el caso del trigo, cuyo precio casi se duplicó desde el verano. La causa inmediata del aumento drástico en el precio del trigo es obvia: la producción mundial bajó tremendamente.
La mayor parte de ese descenso en la producción, según datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, refleja una caída drástica en la ex Unión Soviética. Y sabemos de qué se trata eso: una oleada de calor y una sequía récords, que provocaron que las temperaturas en Moscú estuvieran por encima de los 100 grados Fahrenheit por primera vez.
La oleada de calor en Rusia sólo fue uno de muchos eventos climáticos extremos, desde el tiempo seco en Brasil hasta las inundaciones de proporciones bíblicas en Australia, que han dañado la producción mundial de alimentos.
Entonces, la pregunta es: ¿qué hay detrás de este tiempo extremo?
Hasta cierto grado, estamos viendo los resultados de un fenómeno natural, La Niña, un evento periódico en el que el agua en el Pacífico ecuatorial se enfría más de lo normal. Y los eventos de La Niña se han asociado históricamente a las crisis mundiales de alimentos, incluidas las de 2007 y 2008.
Sin embargo, no es toda la historia. No dejen que la nieve los engañe: mundialmente, 2010 estuvo vinculado a 2005 como el año más caliente registrado, aunque estábamos a un mínimo solar y La Niña fue un factor de enfriamiento en la segunda mitad del año.
Se establecieron récords de temperatura no sólo en Rusia, sino en no menos de 19 países, lo que cubre un quinto de la zona terrestre del mundo. Y tanto las sequías como las inundaciones son consecuencias naturales de un mundo que se calienta: las sequías porque está más caliente, las inundaciones porque los océanos calientes liberan más vapor de agua.
Como siempre, no se puede atribuir un solo evento climático a los gases invernadero. Sin embargo, el patrón que estamos viendo, de temperaturas altas extremas y tiempo extremo que, en general, se hacen mucho más comunes, es sólo lo que se esperaría de un cambio climático.
Los sospechosos de siempre, claro, enloquecerán ante la sugerencia de que el calentamiento mundial tiene algo que ver con la crisis de alimentos; quienes insisten en que Ben Bernanke tiene sangre en las manos tienden a ser más o menos las mismas personas que insisten en que el consenso científico sobre el tiempo refleja a una vasta conspiración izquierdista.
Sin embargo, la evidencia, de hecho, sí sugiere que lo que estamos presenciando ahora es una primera probada del trastorno, económico y político, que enfrentaremos en un mundo que se calienta. Y dado nuestro fracaso para actuar contra los gases invernadero, lo que vendrá será mucho más, y mucho peor.
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