DE PLANES, PUENTES Y GESTION TERRITORIAL
Isabel Viana, Arq.
2011 05 31
Es técnicamente y legalmente correcto que una autoridad competente planifique. No todo plan conduce al "bien hacer" territorial: puede haber planes destructivos, como, por ejemplo, la planificación para la guerra.
Para ello, debe trasmitir a los técnicos planificadores sus objetivos de "desarrollo", que pueden ser variados: conducir al "Uruguay Natural", a la concentración o descentralización de población y actividades, a la exportación de sus recursos naturales o a su elaboración secundaria en el país para dar trabajo. El "orden" que se proponga (por los planificadores) y se ejecute (por las administraciones y privados) para el territorio, dependerá de los objetivos de desarrollo comunicados explícitamente por el gobierno competente.
Así mismo, la comunicación entre partes del territorio es buena cosa: eso son las rutas y los puentes. Pero deben trazarse en función de una visión, una meta de construcción de la vida de la sociedad en un territorio. El plan vial nacional, con todas las rutas convergiendo en Montevideo es función de una concepción del territorio, en el que todos los flujos materiales deben converger en una boca portuaria que habilite su exportación. Ese es el país que hemos sido, salvo escasos períodos en que – por razones bélicas – no fue posible concebir al país como exportador-importador.
La planificación de la Ruta 10 es una propuesta de ese modelo de comunicación interna del país. Por la época en que fue generada, no se valoraron demasiado las posibles afectaciones generables en los ámbitos de implantación de las rutas.
Por su traza y construcción parcial y por la "apertura" territorial que significa el trazado de una ruta, la Nº 10 ha comportado el uso ineficaz e ineficiente, en algunos casos destructivo, del ecosistema costero, por inhibición de sus dinámicas propias (costeras y biológicas).
Es así que la accesibilidad implantada, sumada o en paralelo con las Leyes de Centros Poblados y sus modificativas y a la incapacidad de los autoridades competentes para ejercer la policía urbanística, habilitaron el mero loteo "de papel" y también la urbanización en bajísima densidad y sin infraestructuras que habiliten el adecuado funcionamiento urbano, de parte sustantiva de la costa.
Quedan pocos tramos de costa loteados, pero que no han sido efectivamente ocupados. Como señala el Plan Parcial de las Lagunas de la IMR, en la zona en consideración entre las Lagunas Garzón y Rocha, prácticamente no habita gente: no hay demanda dispersa de infraestructuras y servicios.
Ante esa realidad, se conjugan dos demandas: la de la IMR, que requiere mayores ingresos y no los recauda de donde tiene ya viviendas y población instalados y los de un inversor (Constantini) – especulador con tierras – argentino, de largo curriculum en esa materia de "hacer tierra urbana". Cabe citar como antecedente la construcción de Nordelta, para la que artificailizó totalmente una zona de humedales del delta del Paraná (desecó, elevó un metro y medio el nivel de la tierra, construyó en alta densidad). Ese inversor ha propuesto construir en Rocha, en una zona de gran fragilidad, caracterizada por la presencia de barrancas naturales activas.
Sus intereses económicos coinciden con los de la IMR: ambos aumentarán sus recursos financieros a partir de una operación en la que la moneda de cambio es la construcción de un puente clave para que el emprendimiento de Constantini pueda recibir directamente la clientela de élite de Punta del Este. Ese es el puente sobre la barra de la Laguna Garzón.
¿Que recibe Rocha? Pagos de derechos de construcción, de contribuciones inmobiliarias y una oferta de empleo de corto plazo durante el período de construcción de fraccionamiento y posibles viviendas.
¿Que recibe Constantini? La increíble valorización de la tierra a partir del concepto de exclusividad. La valorización es tal que le permite pagar la construcción de un puente que el Estado uruguayo no está en condiciones de financiar.
¿Que pierde Maldonado? La existencia de un área de especificidad de turismo de alto nivel delimitada a su territorio.
¿Que gana Maldonado? aumentar el número de quienes participan de su "movida" turística, porque es obvio que los que vivan en ese trozo de costa rochense participarán de la vida económica y consumo de Maldonado.
¿Qué pierde el país? La especificidad de funcionamiento natural de la costa, definitivamente alterada por la sola presencia de una ruta transitada próxima a ella y las manipulaciones tendientes a controlar la erosión de las barrancas (generadoras de arenas que alimentan las playas ubicadas al este); la armonía de un ecosistema único y la posibilidad de encarar a futuro opciones de desarrollos alternativos. El puente, el fraccionamiento de Cosntantini (Las Garzas Blancas) y los próximos proyectos que, abierto el puente, plantearán los dueños de grandes loteos realizados en los años '50, consolidarán la ocupación de la costa según el modelo ineficaz, de baja densidad que caracteriza al resto de nuestra costa platense y atlántica, usados, "quemados" e inmediatamente abandonados por una avidez de "novedad" y "moda", definidos por el uso en un momento de auge y su abandono posterior. Los ejemplos de acciones de ese tipo de buena y mala calidad sobran, lo que testimonian los miles de lotes vacantes que hay en todos los "balnearios" consolidados, incluyendo a Piriápolis y a Punta del Este.
Mi pregunta es: ¿Qué país y que costa queremos todos, más allá de los intereses públicos de un tiempo político y los intereses privados de cortísimo plazo, que nos cautivan con la zanahoria del "desarrollo" y la mucho más peligrosa del "empleo", que sólo es pan para hoy y hambre para mañana?
El turismo de Galápagos o Costa Rica exhiben naturaleza… y la cuidan. Las Dunas del Polonio, la belleza intacta de las lagunas costeras, son grandes atractivos para el turismo de alta calidad. Ya tenemos "ciudad turística", construida y sub-usada en toda la costa entre Montevideo y el Chuy. Allí se pueden alojar, usando de su oferta diversificada desde el Hostel al Hotel Internacional, desde las cabañas de autoconstrucción de balnearios construidos por invasión de tierras públicas (Polonio, Punta del Diablo, Aguas Dulces y otros en proceso de consolidación), hasta las residencias lujosísimas vacías todo el año de Punta del Este. Esas áreas están ya dotadas de infraestructuras y servicios, públicos y privados, pequeño y gran comercio. Su necesidad mayor es romper con la estacionalidad, que es su verdadero freno.
Si tuviera que planificar una alternativa de "desarrollo" costero, optaría por la alternancia de lugares de pura naturaleza (bien gestionada en parques nacionales, con guardaparques y límites bien claros ante cualquier intento de depredación), con lugares urbanizados, con la condición de concentrar inversiones de mejora de calidad en las ciudades hoy incompletas yd e crecimiento anárquico, para una mejor prestación de los servicios turísticos. Y allí recaudaría los ingresos necesarios para administrar el sistema.
El puente sobre la Laguna Garzón es sólo un pobre negocio para Rocha (le dará algo de dinero por contribuciones inmobiliarias que se prometen hoy… como se han prometido miles de veces en emprendimientos "turísticos" que nunca fueron tales, sino meras acciones especulativas sobre grandes lotes de tierra, en los que los compradores se han visto librados a poseer tierras inidentificables, inhabitables por sus carencias… pero que fueron vendidas en eficaces operaciones de marketing.
Podría escribir como ejemplo todos los balnearios de la faja costera. ¿Cuántos lotes sin edificar y sin usar hay en Atlántida, Floresta, Santa Lucía del Este, Guazú Virá, Jaureguiberry, Playa Hermosa, Piriápolis, Punta Colorada, Sauce de Portezuelo de Punta negra (¡!), Portezuelo, Solanas, Balnerario Argentino, La Juanita, Santa María del Mar, Santa Isabel, Anaconda, Solari, la Paloma, la Pedrera, Aguas Dulces, Punta del Diablo, la destrozada Coronilla, Barra del Chuy? Cada uno de los lectores lo sabe… y puede agregar nombres a esta cadena de balnearios.
La opción hoy no es punte o no puente. Es decidir si quemar en el fuego de la especulación en tierras y de las urgencias económicas de un gobierno departamental (y en la avidez de otro) uno de los pocos tramos de costa exhibibles como sistemas naturales intactos.
Los puentes no son mala cosa. El problema es que se pretende hacer al abrir tránsito fácil hacia nuevos mercados de tierras. Hoy la zona no es inaccesible: se llega por la Ruta 9 y sus ramales, se llega pasando en balsa. Pero hay que llegar fácil y rápido.
En algunos destinos turísticos es una virtud la dificultad de acceso: informa acerca de que se va a ver algo extraordinario. Las autopistas costeras no sólo no habilitan un mejor contacto con la naturaleza: esta se desmaterializa, deslizándose a gran velocidad por la pantalla de televisión en que se transforma la ventanilla, convertida en un producto de de "consumo fácil", en Fast Food territorial.
Una encuesta de opinión realizada en éstos días, que preguntaba "Puente ¿sí o no?" ha dado resultados masivos a favor del puente y de la consiguiente apertura del tramo de costa al turismo de patrón consumo del ambiente. La cuestión es preguntarse cual y cuanta fue la información suministrada a la gente que opinó y cuanto esa respuesta depende de la carencia de difusión de visiones globales, nacionales, del fenómeno de la urbanización costera hacia la colectividad.
Se prometió empleo e ingresos a funcionarios municipales… Se promete la apertura de nuevos áreas abiertas a la especulación en tierras. Las respuestas a la encuesta corresponden al "sálvese quien pueda y hoy" pero, lamentablemente, no hacen país, ni incluyen conceptos de desarrollo sustentable a largo plazo. Los medios de comunicación masiva tienen hoy la responsabilidad de brindar a la gente convocada a la reunión la más amplia información técnica sobre el tema, para cimentar la consideración válida y ajustada del tema.
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