Columna publicada en el diario EL PAIS de Montevideo; 14/1/2015
Hernán Sorhuet Gelós
CAMBIO DE ESTRATEGIA
El mundo se ha achicado. Los asombrosos y constantes avances en las comunicaciones y en el transporte provocan esa sensación.
Al mismo tiempo la población mundial crece de manera sostenida demandando más bienes y servicios, presionando a la diversidad biológica hasta sus límites.
Sabemos que ello pone en riesgo nuestra propia supervivencia pues somos parte indisoluble de la naturaleza.
Décadas atrás creíamos que con un puñado de personas, instituciones y organizaciones que se preocuparan y trabajaran en conservación, se podía garantizar el equilibrio de la biosfera. Pero eso cambió dramáticamente. El futuro bienestar de la humanidad depende de la conducta de toda ella, no de una parte.
No debería sorprender a nadie que la Meta Aichi Nº 1 (Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 aprobado por las naciones del mundo) establezca: “Para 2020, a más tardar, las personas tendrán conciencia del valor de la diversidad biológica y de los pasos que pueden seguir para su conservación y utilización sostenible.”
Es que, al igual que el cambio climático, la acción de las personas y de las comunidades impacta directamente sobre la salud de los ecosistemas.
¿Cómo lograr ese cambio conductual en la gente? Es tarea dura y difícil.
Organizaciones mundiales del prestigio de UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) que trabaja por esta causa desde hace más de 60 años, aprendió que poco se consigue informando y comunicando las batallas perdidas (especies que se extinguen). Lo que realmente nos mueve a las personas no son las sombrías historias de los animales y plantas silvestres que estamos perdiendo, sino el asombro y la admiración que nos provoca el conocimiento de su existencia y, sobre todo, las vivencias personales que hemos experimentado en nuestras vidas. Cuando algo consigue asombrarnos, nos inspira a la acción en su favor.
La urgencia de alcanzar la Meta Aichi 1 obliga a implementar de inmediato un cambio de estrategia comunicacional y educativa, bajo la premisa de que lo que se trata es de amar a la naturaleza y no de lamentar su pérdida.
Su principal fortaleza es construir las acciones sobre asuntos positivos y no en ideas o situaciones catastróficas. Si se trata de campañas o de actividades de difusión, ellas deben orientarnos a la reflexión. Primero conocer, luego respetar, amar y actuar a favor.
Una de las herramientas que está dan los mejores resultados es la narración de buenas historias. Deben ser sencillas, entretenidas, y que llamen la atención. Deben transmitir un mensaje, información y conocimiento. Ayudan a comprender y a recordar sobre ese asunto; por ahí pasa el éxito de su uso. No debemos caer en el error de creer que la comunicación cambia los comportamientos. Se necesita bastante más pues hay que lidiar con las resistencias naturales a que algo nos haga cambias nuestros hábitos y costumbres. Si no hay motivación no hay cambio y ello ocurre cuando el individuo experimenta la noción de ganancia, en el plano que sea.
Dadas las urgencias que se nos presentan, estos grandes desafíos para la humanidad se deben resolver en el menor tiempo posible. Los educadores y comunicadores tenemos por delante una tarea de extrema importancia de lograr el más amplio compromiso social posible con la conservación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario