El derecho a un ambiente sano: de las palabras a la acción
Tanto el día del medio ambiente como el año internacional de la biodiversidad son oportunidades para hacer un llamado a los gobernantes, autoridades y tomadores de decisiones a proteger la biodiversidad de nuestro país y por ende el presente y el futuro de nuestras generaciones.
En este sentido recordamos que la semana recién pasada en nuestro país se llevó a cabo la asamblea internacional del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). En esa instancia el Vicepresidente de la República contador Danilo Astori se dirigió a la asamblea y en su discurso enfatizó que “En Uruguay incorporamos a la protección ambiental como eje estratégico transversal fundamental del Gabinete productivo del Presidente José Mujica”.
También manifestó que “Uruguay está firmemente comprometido con la protección del medio ambiente y que ha reconocido internacionalmente el derecho a un medio ambiente sano como un derecho humano fundamental para todos y todas y muy especialmente, para los sectores mas vulnerables de nuestras sociedades a los impactos del cambio climático, la contaminación y la degradación ambiental en general.”
Sin embargo, en los hechos, el país productivo que se está promoviendo desde el gobierno está en clara contradicción con la protección ambiental a la que el país se ha comprometido.
En ese sentido, importa señalar que se está promoviendo un modelo de agricultura industrial basado en grandes monocultivos forestales, transgénicos y convencionales, acompañados del uso masivo de agrotóxicos, sustancias químicas que eliminan la diversidad de la flora y la fauna.
Impactos de los agrotóxicos en el ambiente
- Destruyen la flora que provee protección y alimentos a la fauna que vive en la diversidad de ecosistemas que existen en nuestro país.
- Eliminan una amplia variedad de insectos, peces y animales provocando un desequilibrio en las cadenas alimenticias.
- Eliminan abejas y peces, que son el sustento de muchas familias. Apicultores y pescadores artesanales ven sus medios de vida y de trabajo amenazados.
- Contaminan el agua y matan la diversidad de especies acuáticas.
- Aparecen nuevas plagas, y para eliminarlas se utilizan mayores cantidades agrotóxicos aún más potentes.
También este modelo:
- Destruye monte indígena y ecosistemas de pradera, que son sustituidos por soja transgénica y otros monocultivos agrícolas y forestales.
- Utiliza grandes cantidades de fertilizantes químicos, provocando eutrofización en el agua, fenómeno que impide que el agua se oxigene por el aumento de algas u otro tipo de vegetación y que termina matando a los organismos acuáticos tanto de agua dulce como marina.
- Utiliza fertilizantes nitrogenados y una cantidad significativa de los mismos termina como amonio y óxidos de nitrógeno en el aire donde, además de deteriorar la capa de ozono, contribuyen al incremento del efecto invernadero. Parte de los óxidos, además, disueltos en el vapor de agua, producen ácido nítrico que cae al suelo como lluvia ácida, afectando la diversidad de los suelos.
La necesidad del cambio
Los monocultivos agrícolas y forestales generan menos empleo que el existente antes de su llegada y además están socavando el futuro de otras fuentes de trabajo rural. En los últimos años ha habido un descenso importantísimo en la apicultura debido a que las abejas se mueren por falta de alimento (pérdida de biodiversidad) y por el uso masivo de agrotóxicos. Una situación similar ocurre con la pesca artesanal, afectada por la mortandad de peces causada por los agrotóxicos.
También este modelo expulsa a los productores de sus tierras, impidiendo la producción de alimentos y dificulta aún más la producción orgánica, que se ve rodeada de monocultivos y afectada por los agrotóxicos que allí se aplican.
Si como dice el Vicepresidente, el gobierno está “comprometido con la protección del medio ambiente” y si reconoce que “el derecho a un medio ambiente sano” es “un derecho humano fundamental para todos y todas y muy especialmente, para los sectores mas vulnerables de nuestras sociedades”, entonces es tiempo de pasar de las palabras a la acción y de empezar a cambiar este modelo agroindustrial por otro que realmente respete el derecho de los uruguayos y uruguayas a un ambiente sano.
5 de junio 2010
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