Investigaciones internacionales afirman que la exposición prolongada causa cáncer de colon y de recto
La utilización de cloro como desinfectante del agua potable implica beneficios incuestionables, pero las dosis actuales, más altas que las de antaño, suponen riesgos aún no cuantificados. Es por ello que expertos recomiendan realizar estudios epidemiológicos en los años venideros para determinar su incidencia en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer.
El interés científico por los trihalometanos, un subproducto de la desinfección del agua potable, es porque su presencia “fue lo que más cambió” de la vieja normativa de OSE a la vigente norma Unit 833:2008.
El cloroformo es el trihalometano más abundante y acostumbra a ser el principal subproducto de la desinfección encontrado en el agua clorada. La norma Unit establece una concentración máxima de 150 microgramos por litro para un consumo prolongado en el tiempo.
OSE echa hoy al proceso mucho más cloro de lo que acostumbraba hace décadas. “Se subió la tolerancia”, apuntó Eleuterio Umpiérrez, responsable de la Unidad de Análisis Ambiental de la Facultad de Química. Esta división realiza el monitoreo del agua potable a pedido de la Ursea desde el año 2004.
El experto expuso a El Observador que hay bibliografía internacional que afirma que el cloroformo tiene relación con la aparición de cáncer colorrectal. En EEUU los estándares se han reducido a 80 microgramos por litro. Un estudio realizado en Nueva Zelanda sobre el riesgo de cáncer colorrectal y efectos reproductivos concluyó que alrededor del 25% de estos efectos podían ser atribuibles a su exposición.
Un estudio de las facultades de Química, Medicina y Ciencias no encontró una vinculación directa entre la composición del agua potable y la incidencia de la enfermedad, pero sí encontró una correlación significativa con la ubicación geográfica. En determinados barrios de Montevideo se detectaron más de cáncer. Para la investigación se sistematizó la información referida a las muestras de agua potable consumida por el 83% de la población de la capital y los casos de enfermos, pero no se puedo saber si estos consumían de forma habitual el agua de esa zona u otra según sus movilizaciones diarias.
No obstante, el estudio epidemiológico fue realizado apenas se había producido el cambio en OSE. Es por eso que Umpiérrez estimó conveniente que se vuelva a reproducir en los próximos 10 o 20 años para analizar si la exposición a mayores valores de trihalometanos tiene directa incidencia con el desarrollo de cáncer como afirma la evidencia internacional.
La Unidad de Análisis Ambiental ha registrado solo desviaciones puntuales de los valores máximos permitidos desde 2004 pero la presión que se ejerce sobre las fuentes de agua dulce abre incógnitas sobre el futuro del agua potable dado que cada vez “es más difícil de que el agua (bruta) sea impoluta”. De ahí la necesidad de nuevos estudios y, a cortísimo plazo, una actualización de la normativa y optimización de los recursos en cada cuenca.
Y agregó: “El hecho puntual de que un día esa agua esté fuera de las especificaciones afecta un poquito la probabilidad (de sufrir cáncer) de una de cada 100.000 personas por haber estado expuesta 25 años de su vida a eso, consumiendo 2 litros de agua por día”, relató.
Cloroformo y cía
Los trihalometanos se generan durante la desinfección del agua debido a la reacción del cloro con la materia orgánica con la que puede toparse a lo largo de la línea de distribución. Un ejemplo es el ecosistema microbiano conocido como biofilm que cubre las paredes de la cañería (al mismo estilo de la película resbaladiza que recubre un jarrón) y que, por sí mismo, contribuye a la aparición de enfermedades.
Los trihalometanos se generan durante la desinfección del agua debido a la reacción del cloro con la materia orgánica con la que puede toparse a lo largo de la línea de distribución. Un ejemplo es el ecosistema microbiano conocido como biofilm que cubre las paredes de la cañería (al mismo estilo de la película resbaladiza que recubre un jarrón) y que, por sí mismo, contribuye a la aparición de enfermedades.
El problema es, según explicó Umpiérrez, que los valores de trihalometanos no son uniformes en toda la línea de distribución de agua. Es por eso que para combatir el biofilm se deja un remanente de cloro en la cañería. “No es lo mismo estar cerca de la potabilizadora o del punto donde se agrega cloro a estar en la última casa de la línea de distribución porque lo más seguro es que la última casa no tenga cloro. Se fue consumiendo en el camino”, manifestó. Si bien se puede pensar que sus habitantes están más protegidos de los trihalometanos, están desprotegidos de una contaminación –por ejemplo– por coliformes fecales que se entrometa en el último tramo del recorrido. O, incluso, algún problema de contaminación de su tanque de agua por falta de mantenimiento.
Un decreto actualizado
Las muestras examinadas por la Facultad de Química para la Ursea corresponden todas a agua potable. En el área metropolitana se toman entre dos y seis muestras al año por localidad y se analizan más de 30 parámetros. A partir de este año, se añadió a la lista determinados plaguicidas y herbicidas. “Tenemos que adecuarnos a los tiempos modernos”, dijo Eleuterio Umpiérrez, responsable de la Unidad de Análisis Ambiental. En este sentido, el experto entendió que es necesario que se actualice el decreto vigente que data del año 1979. “Los pesticidas hoy están, mañana no están. Las legislaciones se tienen que adecuar de forma rápida”, indicó. Asimismo, abogó por tener un conocimiento exhaustivo de los productos químicos que se vierten en cada cuenca.
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