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domingo, 9 de marzo de 2014

Investigan relación entre el cloro y el cáncer, pero necesitan más evidencia

Investigaciones internacionales afirman que la exposición prolongada causa cáncer de colon y de recto

La utilización de cloro como desinfectante del agua potable implica beneficios incuestionables, pero las dosis actuales, más altas que las de antaño, suponen riesgos aún no cuantificados. Es por ello que  expertos recomiendan realizar estudios epidemiológicos en los años venideros para determinar su incidencia en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer.
El interés científico por los trihalometanos, un subproducto de la desinfección del agua potable, es porque su presencia “fue lo que más cambió” de la vieja normativa de OSE a la vigente norma Unit 833:2008.
El cloroformo es el trihalometano más abundante y acostumbra a ser el principal subproducto de la desinfección encontrado en el agua clorada. La norma Unit establece una concentración máxima de 150 microgramos por litro para un consumo prolongado en el tiempo.
OSE echa hoy al proceso mucho más cloro de lo que acostumbraba hace décadas. “Se subió la tolerancia”, apuntó Eleuterio Umpiérrez, responsable de la Unidad de Análisis Ambiental de la Facultad de Química. Esta división realiza el monitoreo del agua potable a pedido de la Ursea desde el año 2004.
El experto expuso a El Observador que hay bibliografía internacional que afirma que el cloroformo tiene relación con la aparición de cáncer colorrectal. En EEUU los estándares se han reducido a 80 microgramos por litro. Un estudio realizado en Nueva Zelanda sobre el riesgo de cáncer colorrectal y efectos reproductivos concluyó que alrededor del 25% de estos efectos podían ser atribuibles a su exposición.
Un estudio de las facultades de Química, Medicina y Ciencias no encontró una vinculación directa entre la composición del agua potable y la incidencia de la enfermedad, pero sí encontró una correlación significativa con la ubicación geográfica. En determinados barrios de Montevideo se detectaron más de cáncer.  Para la investigación se sistematizó la información referida a las muestras de agua potable consumida por el 83% de la población de la capital  y los casos de enfermos, pero no se puedo saber si estos consumían de forma habitual el agua de esa zona u otra según sus movilizaciones diarias.
No obstante, el estudio epidemiológico fue realizado apenas se había producido el cambio en OSE. Es por eso que Umpiérrez estimó conveniente que se vuelva a reproducir en los próximos 10 o 20 años para analizar si la exposición a mayores valores de trihalometanos tiene directa incidencia con el desarrollo de cáncer como afirma la evidencia internacional.
La Unidad de Análisis Ambiental ha registrado solo desviaciones puntuales de los valores máximos permitidos desde 2004 pero la presión que se ejerce sobre las fuentes de agua dulce abre incógnitas sobre el futuro del agua potable dado que cada vez “es más difícil de que el agua (bruta) sea impoluta”. De ahí la necesidad de nuevos estudios y, a cortísimo plazo, una actualización de la normativa y optimización de los recursos en cada cuenca.
Y agregó: “El hecho puntual de que un día esa agua esté fuera de las especificaciones afecta un poquito la probabilidad (de sufrir cáncer) de una de cada 100.000 personas por haber estado expuesta 25 años de su vida a eso, consumiendo 2 litros de agua por día”, relató. 
Cloroformo y cía
Los trihalometanos se generan durante la desinfección del agua debido a la reacción del cloro con la materia orgánica con la que puede toparse a lo largo de la línea de distribución. Un ejemplo es el ecosistema microbiano conocido como biofilm que cubre las paredes de la cañería (al mismo estilo de la película resbaladiza que recubre un jarrón) y que, por sí mismo, contribuye a la aparición de enfermedades.
El problema es, según explicó Umpiérrez, que los valores de trihalometanos no son uniformes en toda la línea de distribución de agua. Es por eso que para combatir el biofilm se deja un remanente de cloro en la cañería. “No es lo mismo estar cerca de la potabilizadora o del punto donde se agrega cloro a estar en la última casa de la línea de distribución porque lo más seguro es que la última casa no tenga cloro. Se fue consumiendo en el camino”, manifestó. Si bien se puede pensar que sus habitantes están más protegidos de los trihalometanos, están desprotegidos de una contaminación –por ejemplo– por coliformes fecales que se entrometa en el último tramo del recorrido. O, incluso, algún problema de contaminación de su tanque de agua por falta de mantenimiento.
Un decreto actualizado



Las muestras examinadas por la Facultad de Química para la Ursea corresponden todas a agua potable. En el área metropolitana se toman entre dos y seis muestras al año por localidad y se analizan más de 30 parámetros. A partir de este año, se añadió a la lista determinados plaguicidas y herbicidas. “Tenemos que adecuarnos a los tiempos modernos”, dijo Eleuterio Umpiérrez, responsable de la Unidad de Análisis Ambiental. En este sentido, el experto entendió que es necesario que se actualice el decreto vigente que data del año 1979. “Los pesticidas hoy están, mañana no están. Las legislaciones se tienen que adecuar de forma rápida”, indicó. Asimismo, abogó por tener un conocimiento exhaustivo de los productos químicos que se vierten en cada cuenca. 

 

Pesticidas, más peligrosos de lo que nos quieren hacer creer

El estudio, publicado recientemente, ha desvelado que los test que suelen hacerse para evaluar la peligrosidad de los pesticidas y luego establecer qué cantidad de ellos es segura o no, dejan mucho que desear.
Fuente: ECOTICIAS.COM 
Sus ingredientes "secretos" podrían hacerlos cientos de veces más tóxicos para las células

Una investigación realizada por científicos franceses podría echar por tierra buena parte de la confianza de mucha gente que se tranquiliza cuando escucha a un responsable de la Administración decir que algo es seguro. Por ejemplo, cuando dice que no hay que inquietarse porque la presencia del residuo de un pesticida en un alimento o en el agua no entraña riesgo al no superar los niveles legales.
El estudio, publicado recientemente, ha desvelado que los test que suelen hacerse para evaluar la peligrosidad de los pesticidas y luego establecer qué cantidad de ellos es segura o no, dejan mucho que desear. Tanto que a veces pueden llegar a subestimar un riesgo que, según dice este estudio, puede llegar a ser en algún caso mil veces superior de lo que se pensaba.
El problema es que, entre otras cosas, los test usuales suelen basarse en estudiar solo una mínima parte de los productos -lo que se llaman los "principios activos"- pero no la mayoría de su contenido. Normalmente, los test de seguridad de los pesticidas se hacen solo sobre el ingrediente activo destinado a la plaga. Es así cómo, según los autores del estudio, se hace "el cálculo de la Ingesta Diaria Aceptable -el nivel de exposición que se dice que es seguro para los humanos a largo plazo- y justifica la presencia de residuos de ésos pesticidas a niveles "admisibles" en el medio ambiente y los organismos". Lo malo es que los principios activos no están solos.
En realidad los principios activos solo suelen ser una ínfima parte de la composición del producto que se pone a la venta el cual puede ser una compleja mezcla de muchas sustancias. Ésos otros compuestos que acompañan al principio activo han sido bautizados como "inertes", como presuponiendo que no tendrían efectos. Sin embargo, la realidad parece no ser tan sencilla.
Lo que han visto los investigadores galos, es que cuando se analiza el efecto del producto en su conjunto, tal y como se fumiga sobre enormes superficies agrícolas del planeta, la toxicidad sobre las células humanas es mucho mayor que la de los principios activos solos. Eso es lo que dice el trabajo publicado por la revista BioMed Research International, y realizado por científicos de la Universidad de Caen y del CRIIGEN. Ocho de los nueve productos comerciales testados resultaron ser, de media, cientos de veces más tóxicos que sus ingredientes activos solos (oscilando entre las 2 y las más de 1000 veces). Los test se realizaron sobre células humanas embrionarias, placentarias y del hígado de adultos jóvenes, pertenecientes a unas líneas celulares que, según los científicos que han realizado el estudio "en algunos casos son incluso menos sensibles que las células primarias y por lo tanto no sobreestiman la toxicidad celular".
Los principios activos testados por separado y como parte de las mezclas comerciales fueron: los herbicidas glifosato, isoproturon y fluroxypyr, los insecticidas pirimicarb, imidacloprid, y acetamiprid, y los fungicidas tebuconazole, epoxiconazole y prochloraz. Entre estas sustancias figuran algunas de las más ampliamente usadas en el mundo y que en algún caso han sido detectadas como residuos en los alimentos o en el cuerpo humano.
Ello lleva a estos científicos, como Nicolas Defarge o Gilles Eric Seralini, a concluir que sus resultados "desafían la relevancia" de parámetros oficiales como el de "la Ingesta Diaria Aceptable de pesticidas porque ésa norma es calculada sobre la toxicidad del principio activo solo. El estudio de los efectos combinatorios de varios principios activos juntos puede ser solo de importancia secundaria si la toxicidad de las combinaciones de cada principio activo con sus adjuvantes es descuidado o desconocido. Los test crónicos sobre pesticidas pueden no reflejar exposiciones ambientalmente relevantes" -es decir, las exposiciones que se dan realmente- "si se testa solo un ingrediente de estas mezclas".
Tal y como denuncia el científico John Peterson Myers, de Environmental Health Sciences , "el hallazgo, de confirmarse, tendría importantes implicaciones para la seguridad de los pesticidas porque si los ingredientes "inertes" amplifican normalmente los efectos de los pesticidas los estándares de seguridad que se aplican podrían no estar protegiendo la salud humana".
Lo llamativo es que la normativa permite que ésas otras sustancias, que son la inmensa mayoría del producto que se fumiga, ni siquiera sean declaradas. Son componentes secretos de los pesticidas que, al parecer, harían a los pesticidas más peligrosos para la salud de lo que los tests convencionales han venido diciendo.
Los científicos expusieron cultivos de células humanas a los ingredientes activos de tres herbicidas, tres insecticidas y tres fungicidas. Después, hicieron lo mismo con las formulaciones comerciales (es decir, conteniendo los "inertes" que las acompañan) y compararon los resultados. Los fungicidas eran por lo común, los más tóxicos (viéndose citotoxicidad a dosis cientos de veces más bajas que las diluciones agrícolas) seguidos de herbicidas e insecticidas.
En el estudio, se analizaron los efectos de pesticidas muy usados en la actualidad como los insecticidas Confidor (cuyo principio activo es el imidacloprid, sustancia muy célebre por el problema de las abejas) y Polysect (otro neonicotinoide cuyo principio activo es el acetamiprid). Así como el fungicida Eyetak (procloraz) o el herbicida Starane (fluoxypyr).
El famoso Roundup, de la multinacional Monsanto, uno de los herbicidas más usados en el planeta y cuyo principio activo es el glifosato, resultó ser el más toxico de los herbicidas testados.
Con la excepción del Matin (un herbicida cuyo principio activo es el isoproturon) resultaba que las fórmulas comerciales eran todas más agresivas que si se testaba el ingrediente activo solo. La palma se la llevaba el fungicida con tebuconazole -sustancia que incluida en listas de posibles cancerígenos, además de estudiarse su capacidad de alteración hormonal- donde la diferencia era de más de 1.000 veces.
Desde hace muchos años una serie de científicos claman, sin éxito, para que las autoridades obliguen a las industrias a desvelar qué sustancias son añadidas, como "inertes" en las formulaciones de pesticidas. La industria se resiste alegando que es un "secreto comercial". Pero entre ésas sustancias pueden contarse algunas que, aparte de lo comentado en el estudio, ya por sí solas, pudieran contribuir a algunos efectos incluso más que los principios activos.
Leyendo las conclusiones de esta investigación francesa -en la que se comenta como hay algunas sustancias, de las llamadas "inertes", que son más tóxicas que el propio principio activo (el único que se testa)- es inevitable pensar aquello de "quien hizo la ley hizo la trampa" y es que, ciertamente, parece demasiado tramposo juzgar la posible toxicidad de un producto que puede contener muchas sustancias diferentes evaluando la toxicidad de solo una de ellas.
¿Cómo es que las autoridades consienten estas cosas? Podemos imaginárnoslo. La historia de la toxicología oficial es, en demasiadas ocasiones, tal y como denuncian importantes científicos, la historia de la toxicología dictada por las propias industrias químicas. Cuando la salud pública y el beneficio privado se enfrentan..., ya se sabe quién es más fácil que salga perdiendo. Y por los oscuros agujeros de cierta toxicología podrían estar colándose, según denuncian estos científicos, cosas no demasiado buenas para la salud y la ecología.

EL VERDADERO PELIGRO DE LOS TRANSGENICOS

SI NO ACTUAMOS MORIREMOS MUCHOS EN LA RULETA GENETICA