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domingo, 3 de febrero de 2013

Un dilema planetario: agrotóxicos o el derecho a la vida


por Guillermo Posada
Recientemente se realizó la jornada de debate “Resistiendo a Monsanto: ciudadanas y chacareros del norte y del sur”, donde Mario Cafiero departió sobre los agrotóxicos y el papel de Monsanto en la producción agraria nacional. Aquí un resumen de su exposición.

“Cuanto más investigo en relación a este tema, más tengo la sensación que en materia de agrotóxicos estamos inmersos en un proceso insensato y fuera de control. Veo también un paralelismo con lo que sucedió y viene aconteciendo en el mundo de las finanzas globales.
Allí el poder financiero, en aras de multiplicar sus ganancias, gestó un mecanismo de apertura de capitales, que terminó desquiciando a las monedas locales y destruyó la soberanía de los países emergentes. El origen de la trampa de la deuda externa fue poner a competir en un mismo campo a la moneda local (debíl) con una moneda como el dólar (fuerte). Luego usar como ”glifosato” a las “crisis” que recurrentemente azotan nuestras economías. Así se derrumbó nuestra moneda y se implantó el “monocultivo de dólares”. Todo ello avalado con teorías de economistas y organismos multilaterales. Cuando en realidad se trata de un letal mecanismo de dominación, al servicio de los países centrales y su banca.
A fuerza de “golpes financieros” el argentino se convenció que el que no apuesta al dólar pierde y lo mismo aconteció al hombre de campo, el que no apuesta a la soja pierde también. Cuando era diputado nacional, en el año 2004 mucho antes de la famosa resolución 125, tuve el atrevimiento de proponer una suba de las retenciones a soja para crear un fondo que financie otros cultivos. Cayeron rayos y centellas sobre mi persona. Los únicos que me apoyaron fue el Grupo de Reflexión Rural, con Jorge Rulli a la cabeza. También en ese año, tuve la oportunidad de visitar el barrio Ituzaingó en Córdoba y en la casa de Sofia Gatica, mapa en mano con los casos de cáncer, tomar conciencia del daño a la salud que provocaban las fumigaciones.
El hombre y la mujer de la ciudad pueden pensar que este tema de los agrotoxicos es un problema del campo, del interior. Que la contaminación acaba allí. Pero no es así. La contaminación queda en la “comida” que servimos en la mesa y que luego ingerimos. Comida que pocas veces es un alimento saludable. Porque además de transgénicos y restos de herbicidas, en el proceso industrial se agregan conservantes, edulcorantes, saborizantes, etc. Cada vez que comemos ingerimos entonces un coctel de productos químicos y transgénicos. Poco sabemos -y poco se nos informa- de cómo esta ingesta daña nuestra salud. Las sospechas son crecientes en relación a vincularlo con el constante crecimiento de diferentes enfermedades crónicas como el cáncer, enfermedades neurodegenerativas, diabetes, obesidad, infertilidad, etc..
En esta charla convocada bajo el lema de “Resistiendo a Monsanto” la primera pregunta que quiero hacerme es ¿Quién es Monsanto? O mejor dicho ¿Qué intereses económicos están detrás de esta multinacional?. Como nos enseña Tzun Tsu es imposible ganar una batalla si no conoces a tu enemigo. La respuesta la podemos encontrar en un artículo de Lazaro Llorens en la Revista Umbrales que devela que dentro de los principales accionistas de Monsanto se encuentra Blackrock, una empresa del grupo Rockefeller. El interés del grupo Rockefeller en las semillas, los transgénicos y la llamada “revolución verde” viene de hace tiempo atrás. La Fundación Rockefeller, junto con Bill Gates y Monsanto construyeron en Noruega (Isla Svalbard) un enorme Banco, donde tiene no tienen guardado ni dólares ni oro, sino 3.000.000 de … semillas!!.
No resulta extraño que los líderes de los agronegocios sean empresas que forman parte de un selecto grupo de transnacionales que conforman una Red de Control Corporativo Mundial. Una red que estudiara en detalle la Universidad de Zurich, demostrando que un pequeño grupo de 660 individuos y 147 corporaciones, estrechamente interconectados a través de las juntas directivas corporativas, controlan la economía mundial.
En la Argentina si repasamos los grandes o meganegocios que se han venido instalando, nos vamos a encontrar también con estrechas vinculaciones con esa Red global, donde aquí el grupo Rockeller ha tenido enorme preponderancia desde que su abogado Jose A. Martinez de Hoz lo prohijara en los tiempos de la dictadura. Vemos que los Rockefeller son accionistas de los que manejan la megamineria (entre ellas Barrick Gold), el petróleo (ahora Chevron y Exxon nuevamente invitados al saqueo con el fracking de Vaca Muerta), las petroleras de Malvinas y también la megaagricultura con Monsanto & CIA.
Todos estos meganegocios suponen daños colaterales con consecuencias negativas para el medio ambiente y la población. Las multinacionales creen que nosotros debemos resignarnos a ello a cambio del “progreso y modernidad”. Que debemos aceptar que parte de nuestro territorio sea degradado a una “zona de sacrificio” y que nuestros pobladores renuncien a vivir sanamente.
Mirándolo en perspectiva, parece que en la división internacional del trabajo que ha planificado esa Red Global, a los argentinos nos toca poner la Cordillera para la megamineria del oro y plata, poner nuestra llanura para la megaagricultura de monocultivo de soja, poner nuestro subsuelo extraer petróleo y gas no convencional mediante la terrorífica técnica del fracking y nuestro Atlántico Sur por su petróleo y pesca. Algunos creen que esto lo tenemos que aceptar porque es imposible de cambiar, o sea nos proponen en definitiva que sigamos siendo una neocolonia.
Una neocolonia que podrá ir cambiando sus estados de ánimo. Y pasar de ser muy infelices en el 2001, a estar más contentos en el 2011. Sea por una mejor gestión asistencialista y/o por mejores precios de sus materias primas. Pero colonia al fin. Sin capacidad de quedarse con la renta financiera, minera, agraria, petrolera, etc; y por lo tanto imposibilitada de integrar económicamente a su población, ni alcanzar la justicia social.
Es que a pesar del discurso, nuestro gobierno “nacional y popular”, es el garante de la continuidad de este modelo neocolonial. Parece muy transgresor el símbolo de ver a Cristina Kirchner sacarse una foto en la trinchera de Vietnam, donde hace 40 años se bombardeaba con napalm con tecnología de Monsanto. Pero al mismo tiempo ella alienta sus negocios en la Argentina y celebra que inviertan en más agrotóxicos.
En este punto quiero analizar cual ha sido la política de los Kirchner en materia de agrotóxicos. A pesar del discurso contra la “plantita” de soja, contra la Sociedad Rural y la bajada de línea de 678; son los Kirchner quienes más eventos transgénicos han autorizado para su siembra, consumo y comercialización (Un evento es una recombinación de ADN en una célula vegetal a partir de la cual se origina la planta transgénica). En efecto, antes del 2003 se habían autorizado 7 (siete) y después del 2003 fueron 20 (veinte); casi el triple. Entre ellos en el 2011 Cristina aprobó la soja con tolerancia al GLUFOSINATO, un compuesto que ahora debe añadirse con el glifosato para reforzar sus efectos.
En su nota “Un nuevo veneno, el glufosinato” el reconocido investigador argentino Andrés Carrasco señala que “BAYER, el segundo mayor productor de pesticidas del mundo, recientemente anunció que retirará del mercado los pesticidas más peligrosos de la clase1. En ese marco, la organización “Coordinación contra los peligros de Bayer” pidió que se retirara de todo el mundo la venta el herbicida a base de glufosinato (Liberty) que ya que ha sido clasificado como peligroso por provocar malformaciones e incluido en la lista de 22 pesticidas que van a desaparecer del mercado en base de la nuevas normas de la Unión Europea”.
De allí que cuando en junio del 2012 Cristina Kirchner se reúne en nueva York con Monsanto declara que: “Hace unos instantes estuve con Monsanto que nos anunció una inversión muy importante en materia de maíz y además estaban muy contentos porque la Argentina está a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos,…”.
Que ingenuidad, estupidez o complicidad o todo ello junto. Decir que estamos a la vanguardia de un sistema de producción, cuando los argentinos no controlamos absolutamente nada. Ni la tecnología de las semillas, ni del herbicida, ni el comercio exterior (en manos de 7 cerealeras), ni los silos, ni el transporte, ni los puertos, etc. Donde el 100% de la soja, el 90% del maíz y el 100% del algodón es transgénico. Con crecientes costos de semillas, herbicidas y fertilizantes.
Pero este modelo se saqueo y dependencia, se completa con una actitud vergonzosamente hipócrita del gobierno nacional. Voy a demostrarlo. Cuando se destapa el caso del barrio Ituzaingo de Córdoba y usando esa bandera para su disputa con el campo, el gobierno nacional crea el 19/01/2009 la Comisión Nacional de investigación sobre Agroquímicos. Esa Comisión produjo su último Informe en Setiembre….del 2009!!! O lleva cuatro años sin producir ningún informe.
Esta Comisión ha incumplido prácticamente todos sus objetivos y peor aún ha legitimado la utilización del glifosato. En efecto, en julio del 2009 mediante un dictamen del Consejo Científico Interdisciplinario creado ad hoc, concluye que: “En base a la información relevada a la fecha del presente estudio, cabe concluir que bajo condiciones de uso responsable el glifosato y sus formulados implicarían un bajo riesgo para la salud humana o el ambiente.”
Resalto que el verbo usado en potencial, “implicarían un bajo riesgo”, la ausencia del principio precautorio y el desprecio total por las consecuencias en la salud. Resalto también que hay nueva información y evidencia. Concretamente propongo que presentemos a esta Comisión todos los Informes científicos producidos con posterioridad a ese dictamen. Entre ellos, el producido por el Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA que dirige el Dr. Carrasco y el informe sobre maíz transgénico del Dr. Gilles Eric Séralini, experto de la Comisión Europea en transgénicos, que demostró que la toxicidad en las ratas de laboratorio ocurría luego del periodo de 90 días que usan las multinacionales para demostrar la inocuidad de sus productos.
Por último, debemos tomar conciencia que queda analizar todo el capítulo de la alimentación contaminada por transgénicos y agrotóxicos. En ese sentido recomiendo la lectura del libro “El veneno nuestro de cada día”, de la excelente periodista francesa Marie Monique Robin. Autora también del libro “El mundo según Monsanto”. Allí se analiza con detalle el tema que las industrias alimentarias incorporan a los alimentos aditivos químicos: edulcorantes, conservantes, acidulantes, colorantes; y que esa incorporación es autorizada en base a un límite denominado Ingesta Diaria Admisible. Un límite cuya sustentabilidad científica es desconocida y que no considera que los humanos no estamos sometidos a un solo tóxico, sino a coctel de ellos, por lo tanto no puede aceptarse irresponsablemente la ingesta de aditivos. En base a ese libro deberíamos analizar cómo se autorizan los aditivos de alimentos en la Argentina.
Actuando con responsabilidad tenemos que pensar que está en peligro la salud y la vida de millones de personas. Que esta es una lucha entre los que queremos la vida; y los que no les importa la misma en aras de un buen negocio. Un viejo dilema del hombre, que ahora toma dimensiones planetarias.”
Fuente: http://www.prensared.org

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