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sábado, 26 de diciembre de 2009

Agrocombustibles: ¿inocencia o cinismo?

Las implicaciones para la seguridad alimentaria del Sur global son estremecedoras. La apropiación de grandes extensiones de tierra para dedicarlas a cultivos de exportación no es más que una continuación del modelo colonial agroexportador, el mismo modelo socialmente retrógrado, feudal, explotador y ambientalmente destructivo que ambientalistas y progresistas en el Norte y el Sur han tratado por décadas de erradicar.

¡El genio de los agrocombustibles es duro de matar! Aún a estas alturas una porción significativa del movimiento ambientalista, incluyendo en Puerto Rico y Estados Unidos, se aferra a la noción de que combustibles derivados de cultivos agrícolas, desperdicios animales y otras fuentes biológicas, pueden sacar al mundo de su dependencia de los combustibles fósiles y así vencer dos grandes amenazas globales, el cénit del petróleo y el calentamiento global. Llámenlos como quieran, biocombustibles, cultivos energéticos, agrocombustibles, agroenergía, éstos son una falacia en un ecosistema finito y en un sistema económico basado en el crecimiento descontrolado e ilimitado.

Cuando traigo a discusión la evidencia de que no hay agrocombustibles sustentables, algunos de mis colegas estadounidenses se retractan de sus posturas acríticas sólo de manera leve y recurren al argumento B: que aunque no sean perfectos, los “biofuels” pueden ser parte de la solución. Cuando respondo que tal afirmación se basa en fe y no en razonamiento, lo toman personal y me acusan de ser “uncivil” y “disagreeable”.

Según la Academia Nacional de las Ciencias de EEUU (NAS), si todo el maíz sembrado en EEUU fuera usado para etanol y toda la soya del país fuera convertida en biodiesel, sólo se desplazaría 12% de la demanda nacional de gasolina y no más de 6% de la demanda de diesel.

Esas cifras son preocupantes. Estados Unidos cultiva alrededor de 44% del maíz del mundo—más que China, la Unión Europea, Brasil, Argentina y México juntos. Esto significa que si la producción mundial de maíz fuera a ser cuadruplicada y dedicada por completo a la producción de etanol, satisfaría la demanda estadounidense, pero dejaría el resto de la flota de vehículos del mundo todavía corriendo con gasolina, mientras los conductores mueren de hambre.

Pero la realidad ha demostrado que el estudio de la NAS posiblemente fue demasiado generoso: En 2006 20% de la cosecha estadounidense de maíz fue convertida en 5 mil millones de galones de etanol. Esa cantidad de etanol desplazó apenas 1% del consumo de gasolina en Estados Unidos. Ustedes hagan la matemática, no hay que ser un genio para llegar a la conclusión obvia.

Si todavía creen que los agrocombustibles pueden formar parte de un futuro libre de combustible fósil, vean los cálculos del profesor David Pimentel, entomólogo de la Universidad de Cornell. Según Pimentel, todas las plantas verdes en EEUU- incluyendo cultivos, bosques y praderas- combinandas reciben alrededor de 32 quads de energía solar al año. Un quad es un cuadrillón de BTU's. Un cuadrillón es un uno seguido de 15 ceros y BTU es unidad termal británica, una medida de energía comúnmente usada por físicos e ingenieros. 32 quads suena como mucho, pero la población estadounidense quema más de tres veces esa cantidad de energía de combustibles fósiles al año. Este cálculo es muy importante porque la materia vegetal de la que se derivan los agrocombustibles no es más que energía solar transformada en carbohidratos mediante fotosíntesis.

El que los agrocombustibles compiten con la producción de alimentos es un hecho tan contundente y bien documentado que ya ni siquiera puede ser cuestionado en una conversación seria. En julio de 2008 el periódico UK Guardian reveló que un estudio confidencial del Banco Mundial dirigido por el economista Don Mitchell, concluyó que el boom de los agrocombustibles fue responsable de 75% del drástico aumento de los precios de alimentos a nivel mundial que se dio ese año. Ambientalistas prominentes como Lester Brown y organizaciones no gubernamentales como GRAIN y Food First han sonado repetidas veces la alarma en torno al dilema de alimentos vs. agrocombustibles.

Si se requieren 22 libras de maíz para hacer un galón de etanol, según la Organización de Agricultura y Alimentos de la ONU (FAO), ¿Cómo puede alguien dudar que existe una contradicción entre agrocombustibles y alimentos?

Aún sin estos datos, no hace falta un doctorado para entender que una hectárea de terreno agrícola produciendo combustibles es una hectárea que no está produciendo alimento.

Los entusiastas de la agroenergía no cuestionan la demanda energética, y la aceptan como un hecho inalterable. El tema de la demanda es problemático y es imperativo discutirlo porque la demanda energética está en constante aumento y se espera que siga aumentando. Cuando uno toma esto en cuenta, las posibilidades de los agrocombustibles lucen aún más remotas. Según International Energy Outlook 2006, un informe del propio gobierno de EEUU, el consumo mundial de energía subirá 71% de 2003 a 2030. Y la demanda global de petróleo subió 3.4% en un período de 12 meses entre 2003 y 2004. Según el Earth Policy Institute, las emisiones globales de gases de invernadero subieron 20% entre 2000 y 2006, y gran parte de ese aumento se debe a la creciente demanda energética. Para 2008 se estaban quemando sobre 3.5 millones de barriles de petróleo POR HORA. Y tenemos el factor “Chindia”: China dobló su consumo de petróleo de 1996 a 2006, y se espera que la India triplique sus importaciones petroleras entre 2005 y 2020.

Cuando son confrontados con estas y similares cifras de consumo de energía, los proponentes de la agroenergía me vienen con argumentos como “Puede que los agrocombustibles no sean más que una gota en la cubeta energética, pero reduzcamos el tamaño de esa cubeta mediante una reducción en nuestro consumo de energía”. Pero los agrocombustibles son totalmente incapaces de hacer una mella significativa en la demanda actual de energía, y además nada tienen que ver con reducir la demanda energética. Ninguno de los gobiernos o corporaciones que invierten en agrocombustibles ha dicho una sola palabra sobre reducir su uso de energía.

La carrera hacia el sur

Las cifras claramente muestran que para hacer alguna mella apreciable en la creciente demanda energética mundial la gran mayoría de la producción de agroenergía tendrá que ser ubicada al sur del ecuador, en el llamado tercer mundo. La revolución de los cultivos energéticos no será en Yukon o Siberia. Sólo en el Sur del mundo- en el Africa sub-sahariana, Suramérica y el Sureste de Asia- hay suficiente luz solar a lo largo del año y tierras, y además la tierra ahí es barata y la vida humana es considerada más barata aún.

Y las cosas ya van encaminadas en esa dirección. El gobierno de la India planea sembrar 14 millones de hectáreas (un área casi del tamaño de Uruguay) con cultivos energéticos, mayormente jatrofa. Actualmente Malasia produce 45% del aceite de palma (utilizado para biodiesel) del mundo en 4.17 millones de hectáreas (un área casi del tamaño de Costa Rica), mientras que su vecino y competidor Indonesia se dispone a aumentar para 2025 su área de plantaciones de palma aceitera a 26 millones de hectáreas (equivalente a la mitad de España). Y los africanos que se preparen, porque los mayores jugadores en el negocio mundial de la agroenergía se disponen a apropiarse de 379 millones de hectáreas en 15 países africanos (la República Democrática del Congo entera tiene apenas 234 millones de hectáreas).

Y entonces tenemos a Brasil. Con 62% del mercado internacional de azúcar, Brasil está asociándose a Estados Unidos para juntos mantener su supremacía sobre el mercado mundial de etanol. En cuanto al biodiesel, en 2008 Brasil sobrepasó la producción de soya de EEUU para convertirse en el mayor productor de soya en el mundo. Los monocultivos de soya brasileños, que experimentan desde hace años una expansión explosiva, están siendo dedicados crecientemente hacia la producción de biodiesel.

Las implicaciones para la seguridad alimentaria del Sur global son estremecedoras. La apropiación de grandes extensiones de tierra para dedicarlas a cultivos de exportación no es más que una continuación del modelo colonial agroexportador, el mismo modelo socialmente retrógrado, feudal, explotador y ambientalmente destructivo que ambientalistas y progresistas en el Norte y el Sur han tratado por décadas de erradicar.

Aquellos ambientalistas que creen que la exportación de agrocombustibles de Sur a Norte puede ser un motor de desarrollo sustentable y socialmente equitativo hablan de cultivos energéticos producidos por pequeñas fincas familiares. Ellos dicen que esta es una actividad económicamente beneficiosa para las comunidades rurales, y nos hablan también de comercio justo, esquemas de certificación y responsabilidad social corporativa. Pero en realidad no hay espacio para las pequeñas granjas familiares en la revolución agroenergética. Sólo las plantaciones de monocultivo, que se extienden de un horizonte a otro, pueden lograr las economías de escala necesarias para este emprendimiento. Los inversionistas globales y acreedores multilaterales, como el Banco Mundial, han sido muy claros con respecto a este asunto.

Una catástrofe

Si estas vastas plantaciones de agrocombustible no van a competir con la producción de alimentos entonces deberán ser establecidas en “otras” tierras. Dicho de otro modo, el bosque del Amazonas debe ser sacrificado, también la sabana africana, el cerrado brasileño, los bosques de Borneo y Colombia y los ecosistemas saludables que aún quedan en la India, al igual que el Pantanal, el humedal más grande del mundo, ubicado entre Bolivia, Paraguay y Brasil.

La destrucción de ecosistemas en el altar de los agrocombustibles no es teoría ni opinión, ya ha comenzado. Aún antes de los cultivos energéticos, ya había comenzado la carrera para convertir los ecosistemas de Suramérica, especialmente Brasil, Argentina y Paraguay, en cultivos de soya, no para alimentar los pobres y hambrientos sino para alimentar ganado en corrales de engorde en Europa y China.

Los impactos ambientales del monocultivo soyero incluyen "pérdidas de bosques y sabanas debido a la destrucción directa... el desplazamiento de la agricultura existente; pérdidas relativas a la biodiversidad; emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera a través del cambio de uso de la tierra y el uso de fertilizantes que incluyen emisiones de óxidos de nitrógeno; erosión del suelo, y perturbación de la superficie, del agua freática y de las pautas de precipitación", dice una carta abierta de abril de 2009, firmada ya por noventa organizaciones ecologistas y redes activistas.

“A menos que el gobierno brasileño adopte medidas enérgicas para evitarlo, la soja (soya) invadirá la mayor parte de la cuenca amazónica en la próxima década”, advierte GRAIN. “En apenas algunos pocos años, el avance permanente de la frontera agrícola en la Amazonía seguramente llevará a que esa selva tropical traspase el crítico 'punto de inflexión' en el que empezará a secarse y convertirse en llanuras. Si eso ocurre, no habrá efectivamente nada que detenga a los agricultores, que no encontrarán motivo alguno para no explotar económicamente esa selva moribunda.”

La organización continúa, diciendo que “a medida que la selva muera, cientos de miles de habitantes ribereños, familias campesinas y pueblos indígenas quedarán desheredados, y el mundo perderá una biomasa extraordinaria que desempeña un papel central en la regulación del clima mundial. Igualmente grave será el hecho que la destrucción de la selva amazónica liberaría cerca de 90 mil millones de toneladas de carbono a la atmósfera, que es por sí mismo suficiente para incrementar el ritmo del calentamiento global en un 50%.”

El impacto del cultivo de caña para etanol también es devastador, a pesar de que la producción de etanol de caña en Brasil ha recibido elogios de ambientalistas y partidarios de la energía renovable de diversas partes del mundo.

"Es grave que se exporte este modelo brasileño como algo especial, cuando no es otra cosa que más de lo mismo: agronegocio, monocultivo y trasnacionales", dice Camila Moreno, de la organización Terra de Direitos. "Lo que también preocupa es que el cultivo de los agrocombustibles constituye, como ya se ve con la caña, una nueva y gigantesca frontera para expansión de transgénicos, cuyos riesgos e impactos preocupan y generan rechazo cada vez más generalizado, y que erosionan más y más la soberanía sobre los recursos estratégicos."

Añade ella que "El etanol de Brasil es visto por la sociedad civil brasileña como símbolo de degradación ambiental, encarecimiento y especulación con la tierra causada por la expulsión de los campesinos de superficies agrícolas, contaminación de suelos y uso excesivo de agua, incremento en el uso de pesticidas, emisiones de humo con las quemas—lo que hace que en regiones de grandes áreas con plantaciones (como el estado de São Paulo)—se presenten enfermedades respiratorias en la población en general, además de afectar a los trabajadores."

El ya mencionado profesor Pimentel y Ted Patzek, de la Universidad de California, analizaron el impacto ecológico de la producción de etanol de caña en Brasil y encontraron que se requieren 12 a14 kilogramos de caña y 7 mil litros de agua para hacer un litro de etanol, las refinerías de etanol producen 10 litros de agua sucia contaminada por cada litro de etanol que producen, y la erosión en el cultivo de caña es tan severa que se pierden 31 toneladas de suelo en cada hectárea. Y como si eso fuera poco, el cultivo de cada hectárea de caña requiere de 393 kilogramos de combustible fósil- esto se debe no solamente al uso de maquinaria sino también a que los insumos químicos utilizados, como pesticidas y herbicidas, son derivados de petróleo.

Con el cultivo de palma aceitera es una historia tristemente similar. "Los monocultivos de aceite de palma... son una de las principales causas de la deforestación y por ende del cambio climático, destruyen los medios de subsistencia y la soberanía alimentaria de millones de pequeños agricultores, pueblos indígenas y otras comunidades", dice una carta abierta emitida por la campaña internacional Salva la Selva en 2009, y firmada por decenas de organizaciones de México, Paraguay, España, Italia, Suiza y otros países. "Requieren de productos agroquímicos que envenenan a los trabajadores y a las comunidades, y contaminan los suelos, las aguas y la biodiversidad, agotan el agua dulce y los suelos. Los monocultivos de aceite de palma no son y no podrán nunca ser sostenibles y la 'certificación' sirve como un medio de perpetuar y ampliar esta industria destructiva."

Según estudios recientes el producir una tonelada de biodiesel de aceite de palma proveniente de las tierras de turba de Asia suroriental genera de 2 a 8 veces más emisiones de CO2 que la combustión de una tonelada de diesel de combustible fósil. “Mientras los científicos debaten acerca de si el 'balance energético neto' de cultivos tales como el maíz, la soja, la caña de azúcar y la palma aceitera es positivo o negativo, las emisiones causadas por la instalación de muchas de las plantaciones de agrocombustibles hacen humo, literalmente, cualquier posible beneficio”, sentencia GRAIN.

Y no olvidemos la infraestructura. Los agrocombustibles no se van a teleportar del Sur global a los golosos consumidores de energía en Norteamérica y Europa- como en un episodio de Star Trek. Se necesita una masiva infraestructura de transportación, y ya está siendo construida: superpuertos, autopistas, ferrocarriles y canales, con sus impactos asociados sobre delicados ecosistemas, especialmente costas y humedales. Brasil ya está viendo la construcción de autopistas, vías de tren y tuberías de etanol cruzando su territorio. Y más al sur, está el proyecto multinacional Hidrovía, que consiste del dragado y ampliación de los ríos Paraná y Paraguay, que fluyen hacia Argentina desde Brasil, con el propósito de permitir que barcazas y buques oceánicos puedan navegar cientos de kilómetros río adentro hasta el Pantanal y luego regresar río abajo hacia la boca del río Plata con toneladas de soya y otras materias primas.

De la revolución verde a las relaciones públicas

Los monocultivos masivos son la manifestación del modelo conocido como la revolución verde (o agricultura industrial), que por décadas ha sido promovido por el gobierno de Estados Unidos, agencias de las Naciones Unidas y las fundaciones Ford y Rockefeller. Los monocultivos de la revolución verde, que supuestamente vinieron a poner fin al hambre, han ampliamente demostrado ser ecológicamente destructivos, propensos a la erosión, exterminadores de la biodiversidad y sinónimo de ruina para pequeños agricultores y comunidades rurales por todo el mundo. No pueden ser sustentables nunca, siempre necesitan de grandes insumos energéticos y siempre requieren de pesticidas y herbicidas tóxicos. Y no pusieron fin al hambre.

Cualquier beneficio de la duda que la revolución verde hubiera tenido a su favor se esfumó en abril de 2008 con la publicación del informe del International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology (IAASTD), un estudio de 4 años de la agricultura mundial patrocinado por agencias de la ONU y el Banco Mundial. El estudio, conducido por sobre 400 expertos de renombre, es a la agricultura lo que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático es al clima. El informe, endosado por 58 gobiernos, advierte que la agricultura industrializada ha degradado los recursos naturales sobre los cuales nuestra supervivencia depende y amenaza nuestros recursos de agua al igual que la seguridad energética y climática.

Estas observaciones no son nuevas, ya han sido hechas repetidamente a lo largo de décadas por la ecofeminista Vandana Shiva y un sinnúmero de grupos de sociedad civil como el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM) y la Vía Campesina, y remontan al menos a la publicación de dos importantísimos libros: “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson y “Comer es Primero” (Food First) de Frances Moore Lappe y Joseph Collins. Es triste de verdad ver algunos ambientalistas acudiendo a este obsoleto y destructivo modo de agricultura, ignorando todas las críticas y los adelantos logrados en el camino a una agricultura verdaderamente sustentable, y esto en nombre de combatir el cambio climático.

Si la experiencia del pasado es alguna indicación, podemos esperar que aparezcan aldeas de relaciones públicas en zonas de producción de agrocombustibles. Estas serán proyectos de demostración que serán ejemplos de producción agroenergética hecha de manera sustentable y descentralizada por fincas familiares en poblados rurales, con adherencia a estrictos criterios ambientales y de responsabilidad social. Pero éstos proyectos simpáticos serán subsidiados por agencias de la ONU, fundaciones estadounidenses y agencias de desarrollo europeas (los llamados fondos de cooperación internacional). Estas vitrinas de eco-capitalismo “win-win” no solamente serán totalmente dependientes de un flujo constante de dólares y euros filantrópicos, sino que también serán diminutas en comparación con el agronegocio global agroenergético. A pesar de esto recibirán una cantidad desproporcionada de publicidad, dándole al público la impresión errónea de que el negocio de la agroenergía se está moviendo hacia la sustentabilidad.

El precedente más inmediato para este tipo de lavado en verde es la Mesa Redonda de la Soya Responsable (RTRS). En esta mesa redonda representantes de corporaciones se sientan con líderes ambientalistas y de sociedad civil para dialogar y negociar un acuerdo mutuamente beneficioso que facilite la co-existencia armoniosa de unas 40 millones de hectáreas de monocultivos de soya con los ecosistemas y comunidades locales del continente suramericano. Y desde luego, un esquema de certificación vinculado a un sello verde de aprobación.

Grupos de sociedad civil como Amigos de la Tierra y el Grupo de Reflexión Rural de Argentina han denunciado repetidas veces que esta mesa redonda es una farsa y han señalado que los monocultivos gigantes de soya para exportación nunca pueden ser sustentables. En abril de 2009, 90 organizaciones y redes activistas firmaron una carta de repudio contra la Mesa Redonda, a la que aludimos anteriormente. En ésta se declara categóricamente que el monocultivo de soya nunca puede ser sustentable o responsable.

Denuncia la carta que "Los criterios y los principios de la RTRS son también demasiado débiles para proteger la integridad y biodiversidad del Amazonas, Cerrado, Chaco y otras regiones de una degradación inmediata, severa e irreversible. (Estas y) otras regiones están bajo la amenaza inmediata de una constelación de prácticas agrícolas perjudiciales y de impactos sociales... para lo cual el cultivo de soja es un factor central. Los principios y los criterios del RTRS no son suficientes para enfrentar estas cuestiones con eficacia."

Hace falta también vigilar de cerca a similares esquemas de colaboración, como el del gigantesco comerciante de granos Cargill con el grupo ambientalista The Nature Conservancy, quienes están trabajando juntos para facilitar la producción dizque sustentable de soya en Brasil.

Fertilizante y compostmodernismo

Otra razón por la cual los cultivos de agrocombustibles no pueden ser una solución es el asunto del fertilizante. El monocultivo es imposible sin fertilizante sintético, el cual sólo puede ser fabricado con combustible fósil. El fertilizante es uno de los mayores contribuyentes agrícolas al calentamiento global, según el Informe Stern, un documento de 700 páginas comisionado por el gobierno inglés para auscultar las consecuencias económicas del cambio climático.

El fertilizante, también conocido en Puerto Rico como abono o NPK, exacerba el calentamiento global de varias maneras. Primero, su manufactura requiere de grandes cantidades de electricidad (la cual a menudo proviene de fuentes fósiles como carbón y gas natural) y requiere también de la aplicación directa de un hidrocarburo, usualmente gas natural. Una vez aplicado en campos agrícolas parte del nitrógeno en el fertilizante se combina con oxígeno para formar óxido nitroso, un gas de invernadero 296 veces más potente que el CO2.

El informe Stern estima que las emisiones totales de gases de invernadero causadas por la agricultura subirán casi 30% entre ahora y 2020, y la mitad de esa alza se deberá al aumento en el uso de fertilizante. Se espera que el Sur global casi duplique su uso de fertilizante en ese mismo período, y los nuevos cultivos de biocombustibles serán responsables de una gran parte de ese crecimiento.

En este punto de la discusión muchos se preguntarán: “¿No puede el fertilizante ser reemplazado por composta, que es después de todo una alternativa ecológicamente sustentable?” Un estudio de la Universidad de Michigan citado por Food First en 2007 basado en datos tomados de 77 estudios concluyó que el planeta tiene suficiente materia orgánica para mantener la población humana sin necesidad de fertilizante. Pero hay que señalar que la materia orgánica, al igual que el agua y el suelo, es un recurso renovable, pero renovable no significa infinito. ¿Realmente tenemos suficiente materia orgánica para fertilizar naturalmente con composta las cientas de millones de hectáreas que pide la revolución agroenergética? ¿Es justo usar toda esa composta para alimentar carros en vez de gente?

Grasa y celulosa

Esto nos lleva directo a la propuesta de usar grasa de desperdicios de matadero para hacer biodiesel. Como muy bien señaló el científico Stan Cox en su libro “Sick Planet”, el problema es el siguiente: toda esa grasa viene de animales, que fueron engordados con grano, el cual fue cultivado con fertilizante, el cual fue hecho con combustible fósil. Por lo tanto si usamos esa grasa todavía estamos dependiendo del combustible fósil. De cualquier modo, la única manera en que restos de animales podrían hacer alguna mella significativa en la demanda de energía de un país industrializado sería mediante masivos corrales de engorde (feedlots), verticalmente integrados y de escala industrial. No me pondré aquí a denunciar los males y entuertos de los corrales de engorde de ganado, éstos ya han sido minuciosamente documentados por otros.

El convertir los desperdicios de matadero en energía es una manera efectiva de resolver un problema de desperdicios, pero ese desperdicio es una parte muy diminuta de la supermasiva huella ecológica de un corral de engorde. Lo único que se puede hacer con esas instalaciones es abolirlas. Aquellos ambientalistas que ayudan a compañías de agronegocios a que sus corrales de engorde sean más “ecológicos” están haciendo un grave daño pues están entorpeciendo los esfuerzos por abolir los corrales de engorde.

La última carta que les queda a los que apoyan los biocombustibles son los agrocombustibles de “segunda generación” hechos a base de celulosa. En esta última línea de defensa argumentativa reconocen que los críticos tenemos un punto, pero que los defectos de los biocombustibles serán resueltos por procesos aún no existentes que utilizarán celulosa. En teoría, esto hará posible usar cualquier materia vegetal, inclusive grama y madera muerta, para sacar etanol de la celulosa. Sin embargo el grueso de estos combustibles de segunda generación vendrán de hierbas perennes como switchgrass y miscanto, los cuales son vistos como fuentes ideales de celulosa.

No existe indicio alguno de que los combustibles de celulosa vayan a atender de manera efectiva los problemas de la primera generación de biocombustibles. En 2005 un informe conjunto de los departamentos de energía y agricultura de Estados Unidos concluye que el uso de madera, hierbas y “desperdicios agrícolas” para la producción de etanol celulósico requeriría de 1,300 millones de toneladas de biomasa seca al año. Obtener esa cantidad sería posible solamente removiendo la mayor parte de los residuos agrícolas de EEUU, sembrando un área tres veces el tamaño del estado de Missouri con hierbas perennes y poniendo todas las tierras agrícolas del país en un régimen de cero arado, dicen los autores del informe.

Los partidarios de la celulosa sostienen que los “desperdicios” de fincas pueden satisfacer la demanda energética, pero como cualquier agricultor con alguna conciencia ecológica le puede decir, en la naturaleza y en la finca no existe tal cosa como un desperdicio. Ese supuesto desperdicio es absolutamente necesario para asegurar la fertilidad y hacer la composta que le gusta tanto a los ambientalistas. Y si se remueve toda la materia vegetal “inútil” de la finca no habrá otro remedio que compensar con fertilizante. Así que volvimos al combustible fósil. Y eso es asumiendo que será posible encontrar una manera viable y costo-efectiva de hacer etanol de celulosa.

Desvaríos del ambientalismo

Es de verdad triste ver tanto ambientalista soñando el sueño de los agrocombustibles. Para uno creer que los agrocombustibles pueden ayudar uno tiene que asumir que tenemos un planeta infinito con recursos como agua, tierras y materia orgánica en cantidad infinita. Además de triste es también desconcertante, ver ambientalistas hablando y razonando como si fueran republicanos de la línea McCain-Pallin, y tener que ser yo quien les explique que nuestro planeta no es infinito y que sus recursos son limitados. Yo creí que a los ambientalistas no habría que explicarles eso.

Como dije antes, Los partidarios de los agrocombustibles no cuestionan la demanda de energía, simplemente la aceptan como algo que no amerita discusión. Cuando tocan el tema, lo hacen en términos sumamente apolíticos, recurren al evangelio de la eficiencia y a menudo salpican su discurso con referencias al trabajo de tanques de pensamiento como el Rocky Mountain Institute y libros como “Natural Capitalism” de P. Hawken, A. Lovins y H. Lovins.

Pero la eficiencia, aunque tenga el prefijo “eco”, no es sinónimo de una reducción en el consumo de recursos. Un buen ejemplo de esto es el carro. Los carros de hoy son mucho más eficientes que los de hace 40 o 50 años en todo el sentido de la palabra, son más livianos y dan bastante más millaje por galón. Pero el daño ambiental que hacen hoy es muchísmo peor, porque hoy hay MAS carros. He ahí el problema: en un sistema económico que se fundamenta en el crecimiento los avances en eficiencia racionalizan y facilitan nuevas rondas de crecimiento.

Es bastante radical decir que la demanda y el consumo deben bajar, en el discurso dominante tales planteamientos son considerados inherentemente antieconómicos. Pero cuestionar la demanda ni siquiera va al meollo del asunto, el mal de fondo, que es: LA PRODUCCION. La demanda nunca va a bajar a niveles sustentables que sean acordes con la capacidad del planeta si no atendemos el asunto de la sobreproducción. El plantear una reducción en la producción, reducir la actividad económica, es un verdadero sopapo en la cara de la ideología del capitalismo, la cual sostiene que aumentar la productividad es la solución a todos los males del mundo, y por lo tanto un mandato moral del más alto orden.

Viraje hacia la izquierda

En el verano de 2008 un grupo de activistas y pensadores ambientalistas y ecosocialistas, la mayoría asociados al ala izquierda del Partido Verde de EEUU y a la revista Synthesis/Regeneration, nos reunimos en la ciudad estadounidense de St. Louis para reflexionar precisamente sobre estos asuntos. Participantes destacados y reconocidos en sus campos como Brian Tokar, del Instituto de Ecología Social, Wes Jackson y Stan Cox, ambos del Land Institute, y la autora Jane Anne Morris, hicieron contribuciones significativas al simposio, pero creo que la presentación más didáctica y que sintetizó más efectivamente el sentir del encuentro fue la de Don Fitz, editor en jefe de Synthesis/Regeneration.

En su charla, Fitz propuso un ambientalismo de producción (en inglés, “production-side environmentalism”), que es una verdadera ecología política progresista para estos tiempos de calentamiento global y colapso económico y ecológico. Esta visión evita los errores del eco-capitalismo, de la falacia de creer en soluciones tecnológicas y, más importante aún, de la mentalidad individualista.

He aquí algunos extractos de su presentación :

“El ambientalismo de producción culpa al criminal y no a la víctima. Este mira a las ganancias que obtienen las compañías petroleras por el desparramo urbano en lugar de denigrar a la gente que no tiene otra manera de llegar al trabajo que no sea guiar un carro. El ambientalismo de producción mira a una agroindustria que se lucra transportando basura altamente procesada, sobre-empaquetada y carente de nutrientes por miles de millas en lugar de culpar al padre que cede a la cantaleta de su niño, que ha sido bombardeado con comerciales en la televisión de los sábados por la mañana.”

“La mayor barrera a enfrentarnos al cambio climático, el cénit del petróleo, las toxinas y la destrucción de hábitat es la masa total de producción. Esta masa está aumentando... y su aumento se empeora cuando se proponen tecnologías y accesorios (“gadgets”) verdes como solución.”

“El rogar por que se reemplacen los hábitos de consumo individual en una sociedad en la que las fuerzas de mercado decretan que cada reducción en energía aquí es cancelada por un aumento en otra parte es un ruego que cae sobre estados de cuenta bancarios sordos.”

La izquierda progresista enfrenta, por lo tanto, un reto adicional. Al proyecto de justicia económica y redistribución de la riqueza, que es su razón de ser, hay que añadir la reducción de la huella ecológica, algo que es posible solo mediante una reducción en la actividad económica. Esto significa que la izquierda deberá dedicarse no solamente a repartir equitativamente el pastel de la riqueza económica a la vez que lo va encogiendo sino que también debe distribuir de manera igualitaria los riesgos, costos y responsabilidades que enfrenta la humanidad ante el calentamiento global y otros desafíos ambientales.

Volviendo brevemente al tema inicial de este escrito, ¿Cual es la fuente o fuentes de energía que debemos desarrollar? Sostengo que esa es la pregunta equivocada. Esa pregunta parte de la premisa de que podemos salir de este atolladero con innovación tecnológica, sin ningún cuestionamiento del sistema político-económico que nos metió en esta situación. No podemos seguir usando la innovación tecnológica como sustituto para el cambio social. La discusión política debe preceder cualquier indagación de índole científica y tecnológica.

¿Y la izquierda dónde queda en todo esto? Si la izquierda quiere tener alguna relevancia y hacer alguna aportación a la creación de una sociedad ecológica, solidaria, post-capitalista y post-industrial deberá emprender un difícil pero necesario diálogo y debate interno para gestionar la transición a una nueva visión de mundo. Pero rápido, que nos quedamos sin planeta.

Por Carmelo Ruiz Marrero
Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico

BIBLIOGRAFIA PARCIAL:

Cox, Stan. “Sick Planet: Corporate Food and Medicine” Pluto Press, 2008.

GRAIN. "¡Paremos la Fiebre de los Agrocombustibles!" Biodiversidad, Sustento y Culturas. Octubre 2007.

La Soja Mata. "Carta de oposición crítica a la Mesa redonda sobre Soja Responsable", abril 2009. aquí.

Moreno, Camila. "Monsanto Arrebata la Producción de Etanol". Terra de Direitos / La Jornada del Campo. aquí

Pimentel, David. "Corn Can't Save Us" St. Louis Post Dispatch, 18 de marzo 2008.

Salva la Selva, "Gobierno holandés financia soja (ir)responsable", 5 de octubre 2009, aquí.

Segelken, Roger. "70 Percent More Energy Required to Make Ethanol Than Actually Is In Ethanol" Cornell Chronicle. 6 de marzo 2009.

Ruiz Marrero, periodista y educador ambiental, dirige el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico (bioseguridad.blogspot.com). Es autor del libro "Balada Transgénica: Biotecnología, Globalización y el Choque de Paradigmas" y sus artículos han sido publicados por La Jornada, Rebelión, el Programa de las Américas, El Rehén, Claridad, Ecoportal, Interpress Service, ALAINET, The Ecologist, Alternet, Corporate Watch, Oakland Institute, Food First y Counterpunch. Su página web informativa "Haciendo Punto en Otro Blog" (carmeloruiz.blogspot.com) es actualizada a diario.

Cambio climático - El fracaso del sistema alimentario transnacional

10-10-09 Por GRAIN

La crisis climática implica que necesitamos cambios ¡ya! La organización de la sociedad en torno a la obtención de ganancias ha demostrado ser un sistema corrupto y necesitamos construir sistemas alternativos de producción y consumo, que se organicen de acuerdo a las necesidades de los pueblos y la vida en el planeta. La transformación de este sistema alimentario no ocurrirá mientras el poder de éste siga en manos de las corporaciones. Las fuerzas del cambio están en nuestras manos, en nuestras comunidades, que se organizan para recuperar el control sobre nuestros sistemas alimentarios y nuestros territorios.


El actual sistema alimentario mundial, con todas sus semillas de alta tecnología y sus bonitos paquetes, no es capaz de cumplir con su función principal: alimentar a las personas.

Este año más de mil millones de personas sufrirán hambre, mientras otros 500 millones sufrirán de problemas de obesidad. Tres cuartas partes de quienes no tienen suficiente qué comer serán campesinos y trabajadores rurales (los mismos que producen la comida), mientras un puñado de corporaciones agroindustriales que controlan la cadena alimentaria (aquéllas que deciden a dónde va el alimento) amasarán miles de millones de dólares en ganancias. Pese a su fracaso monumental, nada se dice en los corredores del poder de alejarnos de este estado de cosas. Enormes y crecientes movimientos sociales pueden clamar por un cambio, pero los gobiernos y las agencias internacionales del mundo siguen pujando por más de los mismo: más agronegocios, más agricultura industrial, más globalización. Conforme el planeta se mueve hacia un periodo acelerado de cambio climático, empujado, en gran medida, por este mismo modelo de agricultura, el no emprender acciones significativas empeorará con rapidez la ya de por sí intolerable situación. No obstante, en el movimiento global en pos de soberanía alimentaria hay una prometedora salida.

Ahora, los estudios científicos más actuales predicen que, si todo sigue igual, las temperaturas cada vez más elevadas, las condiciones climáticas extremas y los severos problemas de agua y suelos relacionados con ello llevarán a muchos más millones a las filas de los hambrientos. Conforme el crecimiento de la población aumente la demanda de alimentos, el cambio climático agotará nuestras capacidades para producirlos. Ciertos países que ya están luchando con severos problemas de hambre podrían ver su producción de alimentos reducida a la mitad antes de que finalice este siglo. Sin embargo, donde se reúnen las élites para hablar del cambio climático poco se dice acerca de tales efectos sobre la producción y el abastecimiento de alimentos, y mucho menos se hace para responder a ellos.

Hay otra arista de la interacción entre cambio climático y el sistema alimentario mundial que refuerza la necesidad urgente de acción. Este último no sólo es disfuncional y está muy mal preparado para enfrentar el cambio climático: es también uno de sus principales motores. El modelo de agricultura industrial que abastece al sistema alimentario mundial funciona esencialmente mediante la conversión de petróleo en comida, produciendo en el proceso cantidades enormes de gases con efecto de invernadero. El uso de inmensas cantidades de fertilizantes químicos, la expansión de la industria de la carne, y la destrucción de las sabanas y bosques del mundo para producir mercancías agrícolas son en conjunto responsables de por lo menos 30% de las emisiones de los gases que causan el cambio climático.(1)

Pero eso es sólo una parte de la contribución del actual sistema alimentario a la crisis climática. Convertir los alimentos en mercancías mundiales e industriales da como resultado una tremenda pérdida de energía fósil utilizada en transportarlas por el mundo, procesarlas, almacenarlas, congelarlas y llevarlas hasta los hogares de quienes las consumen. Todos estos procesos van contribuyendo a la cuenta climática. Cuando se suman todas, no es para nada una exageración decir que el actual sistema alimentario podría ser responsable de cerca de la mitad de las emisiones de los gases con efecto de invernadero.

Las razones para un cambio total del sistema alimentario mundial y la urgencia de tal cambio nunca han sido más claras. La gente por todas partes muestra una voluntad de cambio —sean consumidores que buscan alimentos locales o campesinos que bloquean carreteras en defensa de sus tierras. Lo que se pone como obstáculo es la estructura de poder —y esto, más que nada, es lo que necesita ser transformado.

Cinco pasos urgentes

1. Un viraje hacia métodos sustentables e integrados de producción. Las separaciones artificiales y las simplificaciones que trajo consigo la agricultura industrial deben deshacerse, y deben de reunirse de nuevo los diferentes elementos que conforman los sistemas agrícolas sustentables. Los cultivos y los animales deben reintegrarse de nuevo en la finca. La biodiversidad agrícola tiene que tornarse el fundamento de la producción alimentaria, una vez más, y el sistema de cuidado e intercambio de semillas debe reactivarse. Los fertilizantes y lo plaguicidas químicos deben sustituirse por formas naturales de mantener el suelo saludable y de controlar plagas y enfermedades. Reestructurar así el sistema alimentario ayudará a crear las condiciones que permitan emisiones cercanas a cero en las fincas.

2. Reconstituir el suelo y retener el agua. Tenemos que tomar el suelo en serio. Necesitamos un esfuerzo global masivo para volver a juntar materia orgánica en los suelos, y así devolverle fertilidad. Décadas de maltrato de suelos con químicos en algunos lugares, y la erosión de los suelos en otras partes, dejaron los suelos exhaustos. Los suelos saludables, ricos en materia orgánica, pueden retener enormes cantidades de agua, que serán necesarios para crearle las necesarias flexibilidad y aguante al sistema agrícola como para resistir las crisis climática y de agua que ya se ciernen sobre nosotros. Aumentar la materia orgánica en los suelos de todo el mundo ayudará a capturar cantidades sustanciales del actual exceso de CO2 que hay en la atmósfera.

3. Desindustrializar la agricultura, ahorrar energía y mantener a la gente en su tierra. La agricultura familiar en pequeña escala debe volver a ser el fundamento de la producción de alimentos. Haber permitido la enorme acumulación de empresas de agricultura mega-industrial que producen mercancías para el mercado internacional en lugar de comida para la gente, provoca ámbitos rurales vacíos, ciudades sobrepobladas y la destrucción de muchos modos de sustento y de cultura en el proceso. Desindustrializar la agricultura ayudaría también a terminar con el tremendo desperdicio de energía que ahora produce el sistema de agricultura industrial-

4. Cultivar en las inmediaciones y cortar el comercio internacional. Uno de los principios de la soberanía alimentaria es priorizar los mercados locales sobre el comercio internacional. El comercio internacional de alimentos en consorcio con industrias de procesamiento y supermercados en cadena son los principales contribuyentes a la crisis climática. Todo esto puede detenerse en gran medida y situar la cadena alimentaria en la producción de alimentos más orientada a los mercados locales. Lograr esto es probablemente la lucha más dura de todas, ya que el poder corporativo se ha concentrado en mantener el sistema de comercio creciendo y en expansión. Y muchos gobiernos están felices con esto. Algo que debe cambiar si somos serios en nuestra respuesta a la crisis climática.

5. Cortar la economía de la carne y buscar una dieta más sana. Tal vez la transformación más profunda y destructiva que conlleva el sistema alimentario industrial, es la industrialización del sector ganadero. Lo que solía ser una parte integral y sustentable de los modos de vida rurales, es ahora un sistema de fábricas mega-industriales de carne diseminadas por todo el mundo, controladas por unos cuantos. La economía de la carne a nivel internacional, que ha crecido cinco veces en las últimas décadas, contribuye a la crisis climática de un modo enorme. Ha ayudado a provocar el problema de obesidad en los países ricos, y ha destruido —mediante subsidios y comercio desleal— con la producción local de carne en los países pobres. Esto debe detenerse, y las tenencias de consumo, especialmente en los países ricos debe alejarse de la carne. El mundo necesita regresar a un sistema descentralizado de producción y distribución de carne, organizado de acuerdo a las necesidades de la gente. Deben restaurarse y recuperarse los mercados que surten carne a los mercados locales procedente de pequeñas fincas a precios justos. Debe de frenarse el comercio desleal internacional.


El pronóstico es de hambruna

En 2007, el Panel Internacional sobre Cambio Climático (picc) publicó su tan esperado informe sobre el estado del clima en la Tierra. El informe, aunque mostró en términos inequívocos que el calentamiento mundial era una realidad y señaló que era “muy probable” que los humanos fueran responsables de él, con cautela pronosticó que el planeta podría calentarse 0.2ºC por década si no se hacía nada para cambiar el curso de nuestras emisiones de gas con efecto de invernadero. El informe advirtió que hacia el fin del siglo un cambio de temperatura entre 2 y 4ºC podría producir incrementos dramáticos en los niveles del mar y una cascada de catástrofes por todo el planeta.

Ahora, apenas unos pocos años después, resulta que el picc fue demasiado optimista. El consenso científico actual es que habrá un aumento de 2ºC en las próximas décadas y que, si el escenario sigue siendo el de negocios como siempre, si no hay cambios, el planeta podría calentarse hasta en 8ºC hacia el año 2100, empujando las cosas a un punto de quiebre y profundizando lo que se describe como un cambio climático peligroso e irreversible (2). Ahora mismo, el impacto de las formas más suaves del cambio climático nos afectan fuertemente. Según el Foro Humanitario Global con sede en Ginebra, el cambio climático afecta seriamente a 325 millones de personas al año —315 mil de ellas mueren de hambre, enfermedades y desastres meteorológicos inducidos por el cambio climático (3). La predicción es que la cuota anual de muertes debidas al cambio climático llegue a medio millón para 2030, siendo afectada seriamente 10% de la población mundial.

El alimento está y estará en el centro de esta crisis climática en proceso. Todos están de acuerdo en que la producción agrícola tiene que continuar creciendo significativamente en las próximas décadas para mantenerse al día con el crecimiento demográfico. Pero es probable que el cambio climático ponga la producción agrícola en reversa. En el recuento más exhaustivo (a la fecha) de los estudios que delinean los impactos del calentamiento mundial en la agricultura, William Cline calcula que, si las tendencias siguen igual, para el año 2080, el cambio climático reducirá el potencial de producción de la agricultura mundial en más de 3% respecto al actual. Los países en desarrollo serán los más afectados, con una caída de 9.1% de su potencial de producción agrícola. África enfrentará un descenso de 16.6%. Son números horrorosos, pero, como admite Cline, los impactos reales podrían ser mucho peores. (4)

Una debilidad importante de las proyecciones del picc y de otros, cuando se trata de la agricultura, es que sus predicciones aceptan la teoría de la “fertilización por carbono” que arguye que los altos niveles de co2 en la atmósfera acentuarán la fotosíntesis en muchos cultivos clave y dispararán sus rendimientos. Estudios recientes muestran que este potencial es en gran medida un espejismo. No es sólo que cualquier aceleración inicial del crecimiento disminuya significativamente después de pocos días o semanas, sino que el aumento de co2 reduce el nitrógeno y las proteínas en las hojas en más de un 12%. Esto significa que, con el cambio climático, para los humanos habrá menos proteínas en los principales cereales, como el trigo y el arroz. Habrá también menos nitrógeno para los insectos, lo que es importante ya que los insectos comerán una superficie mayor de las hojas y lo que provocará reducciones significativas en los rendimientos. (5)

Cuando Cline hizo los cálculos sin considerar la supuesta fertilización por carbono los resultados fueron aún más alarmantes. Los rendimientos mundiales bajarían 16% para 2080, y las caídas regionales serían de un 24.3% en América Latina, 19.3% en Asia y 27.5% en África. Los rendimientos se reducirían en un 38% en India, y más de un 50% en Senegal y Sudán. (6)

Pero incluso esta aterradora predicción podría quedarse corta. El estudio de Cline, al igual que el informe del picc y otros informes que abordan el cambio climático y la agricultura, no toman en cuenta la crisis del agua asociada con el cambio climático. Hoy, 2 400 millones de personas viven en ambientes con una dura escasez de agua y las predicciones recientes hablan de que aumentarán a 4 mil millones hacia la segunda mitad del siglo. Las fuentes de agua para la agricultura se han agotado o se están haciendo peligrosamente escasas en muchas partes del mundo. El calentamiento global complicará el problema a medida que las más elevadas temperaturas generen condiciones más secas y sea necesario aumentar la cantidad de agua para la agricultura. Será cada vez más difícil mantener los actuales niveles de producción, incluso a medida que la demanda aumente debido a la mayor población. (7)

Cline tampoco contempló los impactos de las condiciones climáticas extremas que ocurrirán a mayor cambio climático. Se espera que aumente la frecuencia y la intensidad de las sequías, las inundaciones y otros desastres naturales, provocando desastres en los cultivos dondequiera que se manifiesten. El Banco Mundial prevé que la intensificación de las tormentas causada por el cambio climático hará que 29 mil kilómetros cuadrados adicionales de tierra agrícola situada en zonas costeras se volverán vulnerables a las inundaciones. (8) Simultáneamente, se espera un aumento dramático de los incendios forestales, que ya afectan unas 350 millones de hectáreas cada año (9), y esto ocasionará un problema de contaminación con los aerosoles de carbono, que agravará aún más el efecto de invernadero. Un estudio avizora que los incendios forestales aumentarán en un 50% en el oeste de Estados Unidos para el año 2055, todo ello como resultado de los aumentos de temperatura. (10)

Y luego hay que considerar el mercado. El abasto global de alimentos está cada vez más controlado por un pequeño número de transnacionales que tienen el cuasi-monopolio de toda la cadena alimentaria, de las semillas a los supermercados. La cantidad de capital especulativo en el comercio agrícola va también en aumento. En este contexto, cualquier perturbación del abastecimiento de alimentos, o incluso la simple percepción de que hay problemas, puede provocar aumentos tumultuosos en los precios y una acaparamiento inmenso de ganancias por parte de los especuladores, lo que hace inaccesibles los alimentos para los sectores urbanos más pobres y provoca todo tipo de alteraciones en la producción agrícola en el campo. (11) De hecho, el mero rumor de una escasez alimentaria mundial ya atrajo especuladores financieros a la agricultura, quienes están acaparando tierras en gran escala, a un nivel que no se veía desde tiempos coloniales. (12)

Nos adentramos en una era de perturbaciones extremas en la producción de alimentos. Nunca ha habido una necesidad tan urgente de que un sistema asegure un abasto alimentario para todos de acuerdo a sus necesidades. Y, sin embargo, el sistema alimentario mundial jamás ha estado tan fuertemente controlado por un pequeño grupo de personas cuyas decisiones se basan exclusivamente en cuánto dinero pueden obtener para sus accionistas.

El choque de dos mundos en el Amazonas Peruano

El gobierno peruano eligió una fecha simbólica, el Día Mundial del Medio Ambiente, para lanzar un sangriento ataque sobre los pueblos del Amazonas. ¿La razón para esta represión? La oposición categórica de las comunidades amazónicas a la invasión de sus territorios por actividades empresariales social y ambientalmente destructivas, tales como la minería, la extracción de petróleo y plantaciones dedicadas al monocultivos de árboles y agrocombustibles.

El 9 de abril, las comunidades locales del Amazonas peruano empezaron lo que ellas llamaron una “huelga indefinida”, para protestar por la negativa del Congreso peruano a revisar una serie de decretos leyes que dañan los derechos de los puebles indígenas. Estos decretos fueron publicados por el Ejecutivo en el marco de la implementación del Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos.

Desatando esta masacre el Día Mundial del Medio ambiente, el gobierno de Alan García mostró claramente al mundo cuán poca importancia le da a la protección del medio ambiente y cuán alto valora las grandes corporaciones que esperan explotar —y simultáneamente destruir— los recursos naturales del país. Peor aún, el gobierno declaró públicamente su desprecio por las vidas de los pueblos indígenas que están luchando por defender lo poco que les ha dejado el avance del modelo de “desarrollo”, que ha demostrado ampliamente ser social y ambientalmente destructivo.

Como resultado de esta sangrienta represión y la atención pública mundial que suscitó, el Amazonas peruano se convirtió en un símbolo del choque entre dos concepciones diferentes acerca del presente y futuro de la humanidad, que hoy se despliega a nivel mundial.

En un lado de este conflicto está el mundo del interés económico, el cual significa destrucción social y ambiental, imposición por la fuerza, violación de derechos. Obviamente, este mundo no está representado por el presidente peruano, quien es sólo un ayudante temporal y desechable para las corporaciones —un hecho que se evidenció con la suerte que corrió el antes todopoderoso presidente Fujimori. Sin embargo, el papel que juegan estos ayudantes es muy importante, en la medida que son ellos quienes prestan los visos de “legalidad” necesarios a las acciones que claramente violan los derechos humanos más básicos.

En el otro lado está el mundo de quienes aspiran a un futuro de solidaridad y respeto por la naturaleza. En este caso, ellos están representados por los pueblos indígenas del Amazonas, pero también se pueden encontrar en luchas similares en otras partes del mundo, en confrontación con otros gobiernos que también están al servicio de los intereses económicos de las grandes empresas. Para mencionar sólo algunos ejemplos, podemos destacar la actual lucha de los países del sudeste asiático, en contra de la destrucción del río Mekong —que provee de sustento a millones de personas— por las represas hidroeléctricas gigantes; la lucha de los pueblos africanos contra la perforación y prospección petrolera; la lucha de los pueblos hindúes para proteger sus bosques contra la extracción minera, y tantas luchas más.

En esta confrontación, la hipocresía de quienes se esfuerzan por imponer el modelo destructivo, es aparentemente ilimitada. En el caso de Perú, el Presidente Alan García, el mismo hombre quien quiere ahora abrir el Amazonas a las actividades extractivas, declaró apenas un año atrás que el quería “evitar que este bienestar original que Dios nos ha dado sea degradado por la mano del hombre, por la incompetencia de aquellos que trabajan la tierra o la explotan económicamente, y es por esto que hemos creado este Ministerio del Medio Ambiente.”

Este tipo de hipocresía gubernamental es descaradamente evidente en todo el mundo, especialmente respecto al cambio climático. Durante un indefinido proceso internacional, que se inició en 1992, los gobiernos del mundo acordaron que el cambio climático es la peor amenaza para la humanidad. También acordaron que las dos mayores causas del cambio climático eran las emisiones de gas invernadero por el uso de combustibles fósiles y la deforestación. Finalmente, acordaron que debía hacerse algo al respecto. Y luego de firmar los acuerdos y volar de vuelta a sus países, han hecho todo lo posible para promover la explotación petrolera y/o la deforestación.

Sin la necesidad de crear ministerios del ambiente o participar en procesos internacionales para combatir el cambio climático, hay pueblos en todo el mundo que realizan acciones para defender el medioambiente y el clima de las inminentes amenazas que pesan sobre ellos. En casi todos los casos, sus acciones han sido criminalizadas o reprimidas - tanto en el sur como en el norte – por aquéllos que debieran estar alentándolos y respaldándolos: sus gobiernos.

En el simbólico caso de Perú, los pueblos del Amazonas —con el respaldo de miles de ciudadanos alrededor del mundo— han ganado una importante batalla en esta lucha entre dos mundos. Obviamente, nadie cree que éste sea el fin del conflicto. Pero es una victoria que da esperanza a muchas otras personas que luchan por objetivos similares y finalmente a todo el mundo, porque el producto final de esta confrontación entre dos mundos determinará el destino de la humanidad.

Boletín WRM, Nº 143 – Junio de 2009



Cocinar el planeta

A los defensores de la Revolución Verde les gusta hablar de cómo la receta única de variedades vegetales uniformes y fertilizantes químicos salvó al mundo de la hambruna, Los defensores de las llamadas Revolución Pecuaria y Revolución Azul (acuacultura) nos venden una historia similar acerca de razas animales uniformes y alimentos industriales. Este discurso debería ser hoy menos convincente en la medida que cerca de un cuarto de la población del planeta pasa hambre y los rendimientos de los cultivos están estancados desde los años ochenta. En realidad, lo que tenemos delante parece más bien una historia de terror cuando consideramos las consecuencias ambientales, especialmente a medida que el mundo se entera del papel que estas transformaciones de la agricultura y del sistema alimentario han jugado en el cambio climático.

El consenso científico actual es que la agricultura es responsable de un 30% de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero provocadas por humanos. Pero es injusto poner todas las formas de agricultura en un mismo saco. En la mayoría de los países eminentemente agrícolas, la agricultura en sí contribuye muy poco al cambio climático. Los países con el mayor porcentaje de población rural y cuyas economías dependen principalmente de la agricultura, tienden a tener los niveles más bajos de emisiones de gases con efecto de invernadero. (13) Por ejemplo, aunque se dice que la agricultura canadiense aporta sólo un 6% de las emisiones de gases con efecto de invernadero totales del país, esto son 1.6 toneladas de gases invernadero por canadiense, mientras que en India, donde la agricultura es un componente mucho más importante de la economía nacional, las emisiones per capita de todas las fuentes son sólo 1.4 toneladas, y sólo 0.4 toneladas provienen de la agricultura. (14) Hay diferencias, por lo tanto, en el tipo de agricultura que se practica, y no se puede acusar a la agricultura en general.

Es más, cuando analizamos la contribución total de la agricultura al cambio climático, vemos que sólo una pequeña sección de actividades agrícolas son responsables de casi todas las emisiones de gases con efecto de invernadero de la agricultura. La deforestación causada por el cambio de uso de la tierra es responsable de cerca de la mitad del total, mientras las emisiones de los establecimientos agrícolas las provoca sobre todo la producción animal y los fertilizantes. Todas estas fuentes de gases con efecto de invernadero están íntimamente ligadas al surgimiento de la agricultura industrial y a la expansión de sistema alimentario en manos de las transnacionales. Así también la alta dependencia del petróleo y la gran huella de carbono que provoca el transportar alimentos e insumos por todo el mundo en todo tipo de envases plásticos.

Dado que la mayor parte de la energía utilizada por el sistema alimentario industrial proviene del consumo de combustibles fósiles, el monto de energía que utiliza se traduce en directo a la emisión de gases con efecto de invernadero. Si tan sólo observamos el sistema alimentario estadounidense, se calcula que tiene en su haber un formidable 20% de todo el consumo de energía fósil del país. Esta cifra incluye todo la energía utilizada en los establecimientos que producen comida, y en los procesos postindustriales de transporte, empacado, procesamiento y almacenaje. La Agencia de Proteccióm Ambiental estadounidense informó que en 2005 los agricultores del país emitieron tanto dióxido de carbono como 141 millones de carros juntos ese mismo año. Este sistema alimentario totalmente ineficaz utiliza 10 calorías fósiles no renovables para producir una sola caloría alimenticia. (15)

La diferencia en el uso de energía entre la agricultura industrial y los sistemas agrícolas tradicionales no podía ser más extremo. Se habla mucho de lo eficiente y mucho más productivo que es la agricultura industrial si se le compara con el modo de cultivo tradicional en el Sur global, pero si uno toma en consideración la eficiencia energética, nada puede estar más alejado de la verdad. La fao calcula que, en promedio, los agricultores de los países industrializados gastan cinco veces más energía comercial para producir un kilo de cereal que los campesinos en África. Si analizamos cultivos específicos, las diferencias son todavía más espectaculares: para producir un kilo de maíz, un agricultor en Estados Unidos utiliza 33 veces más energía comercial que el campesinado tradicional en el vecino México. Y para producir un kilo de arroz, un agricultor estadounidense usa 80 veces la energía comercial utilizada por un campesino tradicional en Filipinas. (16) esta “energía comercial” de la que habla la fao es, por supuesto, el gas y el combustible fósil requeridos para producir fertilizantes y agroquímicos y los que se utilizan en la maquinaria agrícola, todo lo cual contribuye sustancialmente a la emisión de gases con efecto de invernadero. (17)

Pero la agricultura en sí es responsable tan sólo de un cuarto de la energía usada para llevar comida a las mesas. El gasto de energía y la contaminación ocurren dentro del sistema alimentario internacional en su sentido más amplio: el procesado, el empacado, la refrigeración, la cocina y la movilización de comida por todo el planeta. Hay cultivos o piensos que se producen en Tailandia, se procesan en Rotterdam, alimentan ganado en algún otro lado, para que terminen como comida en McDonalds en Kentucky.

Transportar alimentos consume enormes cantidades de energía. Si miramos de nuevo Estados Unidos, se calcula que 20% de todo el transporte de mercancías dentro del país se utiliza en mover comida, lo que resulta en 120 millones de toneladas de emisiones de co2 La importación y exportación de alimentos de Estados Unidos da cuenta de otros 120 millones de toneladas de co2. A eso debemos añadir el transporte de provisiones e insumos (fertilizantes, pesticidas, etcétera) a las granjas industriales, el transporte del plástico y el papel para las industrias de empacado, y lo que los consumidores se mueven para ir, cada día más lejos, a los supermercados. Esto nos da un panorama de la tremenda cantidad de gases con efecto de invernadero producidos por el sistema alimentario industrial, tan sólo por sus requerimientos de transporte. Otros grandes productores de gases son las industrias que procesan comida, la refrigeran y la empacan, que son responsables por 23% de la energía consumida en el sistema alimentario estadounidense. (18) Todo esto suma una cantidad increíble de energía desperdiciada.

Y hablando de desperdicio: el sistema alimentario industrial descarta la mitad de toda la comida que produce, en su viaje de los establecimientos a los comerciantes, a los procesadores de comida, a las tiendas y supermercados —lo suficiente para alimentar a los hambrientos del mundo seis veces. (19) Nadie ha empezado a calcular cuantos gases con efecto de invernadero se producen por la pudrición de toda la comida tirada a la basura.

Mucho de este tremendo desperdicio y esta destrucción globales podría evitarse si el sistema alimentario se descentralizara, si la agricultura se desindustrializara.

Sin embargo, los sectores en el poder responden a la actual crisis alimentaria y al acelerado colapso de los sistemas que promueven la vida en el planeta con más de lo mismo, y cuando mucho le suman unos cuantos remedios tecnológicos inútiles

El sistema alimentario controlado por las transnacionales está entonces en un callejón sin salida. Lo que proponen es más agricultura industrial y más cadenas alimentarias mundiales como solución a la crisis alimentaria. Pero estas actividades sólo aceleran el cambio climático, y con ello intensifican severamente la crisis alimentaria. Es un círculo vicioso que provoca extremos de pobreza y ganancias, y el abismo entre los dos se hace cada vez más profundo. Hace ya mucho tiempo que es urgente transformar radicalmente este sistema alimentario.

Tiempo de hacer cambios en el mar

La pesca fue alguna vez una de las formas más eficientes de obtener alimento sin producir gases con efecto de invernadero. La pesca industrial invirtió la ecuación. Según Mares en Riesgo y la Fundación Mar del Norte, la sobrecarga provocada por la pesca comercial no sólo ha hecho que las reservas pesqueras sean menos flexibles frente a los impactos del clima sino que, las grandes pesquerías comerciales son una de las fuentes importantes de emisiones de gases con efecto de invernadero a nivel mundial:

* Por cada tonelada de producto, medido en peso vivo, se emiten 1.7 toneladas de co2.
* Las pesquerías mundiales quemaron casi 50 mil millones de litros de combustible en el año 2000, para una producción de 80 * Millones de toneladas de peces e invertebrados marinos;
* Las pesquerías mundiales dan cuenta, al menos, de un 1.2% del consumo de petróleo a nivel mundial, una cantidad igual a la consumida por Holanda, que ocupa el 18avo lugar como país consumidor.
* El contenido energético del combustible quemado por las pesquerías es 12.5 veces mayor que el contenido energético de la proteína comestible presente en la captura obtenida.

Mares en riesgo/ Fundación Mar del Norte:
www.seas-at-risk.org/1mages/Carbon%20footprint%20brochure%20final%20final.pd}


Cuál es la salida

Dicho de la manera más simple, la crisis climática implica que necesitamos cambios ¡ya! La organización de la sociedad en torno a la obtención de ganancias ha demostrado ser un sistema corrupto y necesitamos construir sistemas alternativos de producción y consumo, que se organicen de acuerdo a las necesidades de los pueblos y la vida en el planeta. La transformación de este sistema alimentario no ocurrirá mientras el poder de éste siga en manos de las corporaciones. Tampoco podemos confiar en nuestros gobiernos, que permiten que la distancia entre lo que los científicos dicen que hay que hacer para detener el desastre climático y lo que los políticos realmente hacen se haga cada vez mayor. Las fuerzas del cambio están en nuestras manos, en nuestras comunidades, que se organizan para recuperar el control sobre nuestros sistemas alimentarios y nuestros territorios.

En la lucha por lograr un sistema alimentario diferente, los obstáculos principales son políticos, no técnicos. Hay que volver a poner las semillas a manos campesinas, eliminar los pesticidas y fertilizantes químicos, integrar al ganado a formas de producción mixta, y organizar nuestros sistemas alimentarios de forma tal que todos tengamos suficientes alimentos sanos y nutritivos. Las capacidades para producir tales transformaciones han quedado demostradas en los miles de proyectos y experimentos que desarrollan comunidades del mundo entero. Incluso la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola —llevada a cabo bajo la dirección del Banco Mundial— no puede sino reconocerlo. A nivel de finca son bastante claras y directas las formas de lidiar con el cambio climático (véase el recuadro “Cinco pasos clave hacia un sistema alimentario que pueda enfrentar el cambio climático”).

Los desafíos políticos son más difíciles. Pero hay mucho que ya está pasando a nivel local. Enfrentadas incluso a la represión violenta, las comunidades locales están resistiendo los mega-proyectos, las represas, la minería, las plantaciones y la tala de los bosques (ver el recuadro “El choque de dos mundos en la Amazonía peruana”). Aunque rara vez se reconozcan como tales, sus resistencias están en el corazón de la acción por el clima, al igual que el movimiento por la soberanía alimentaria, que se van uniendo para resistir la imposición de políticas neoliberales y desarrollar visiones colectivas de futuro. Es en estos espacios y a través de esa resistencia organizada que emergerán las alternativas al destructivo sistema alimentario actual y podremos hallar la fuerza y las estrategias comunes que nos saquen del ciclo suicida en que la agricultura industrial y el sistema alimentario industrial nos tienen hundidos. www.ecoportal.net

Referencias

1. Informe global 2008 de International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development (iaastd),
http://www.agassessment.org/index.cfm?Page=About_IAASTD&ItemID=2

2. Chris Lang, “Words and not deeds at climate change talks”, WRM Bulletin, número 143, junio de 2009

3. Global Humanitarian forum, Human Impact Report, mayo de 2009:
http://www.ghf-geneva.org/OurWork/RaisingAwareness/HumanImpactReport/tabid/180/Default.aspx

4. William R. Cline, Global Warming and Agriculture: Impact Estimates by Country, Center for Global Development and the Peterson Institute for International Economics, 2007, http://www.cgdev.org/content/publications/detail/14090

5. John T. Trumble and Casey D. Butler, “Climate change will exacerbate California’s insect pest problems”, California Agriculture, v. 63, núm.2:
http://californiaagriculture.ucop.edu/0902AMJ/toc.html

6. Op cit, ver nota 4.

7. Según el informe global 2008 de International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development (iaastd), la seguridad del abastecimiento de agua para el riego disminuirá en todas las regiones, con un cambio mundial de 70% a 58% entre 2000 y 2050.
http://www.agassessment.org/index.cfm?Page=About_IAASTD&ItemID=2

8. Susmita Dasgupta, Benoit Laplante, Siobhan Murray, David Wheeler, “Sea-Level Rise and Storm Surges: A Comparative Analysis of Impacts in Developing Countries”, The World Bank, Development Research Group, Environment and Energy Team, abril de 2009.

9. http://www.fao.org/news/story/en/item/29060/icode/

10. http://www.agu.org/sci_soc/prrl/2009-22.html

11. Ver la página web de GRAIN sobre la crisis alimentaria: http://www.grain.org/foodcrisis/

12. Ver la página web de GRAIN sobre el acaparamiento de tierras: http://www.grain.org/landgrab/

13. Wikipedia, List of Countries by Carbon Dioxide Emissions per Capita, 1990-2005:
http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_carbon_dioxide_emissions_per_capita

14. Greenpeace Canada, “L’agriculture... pire que les sables bitumineux! Rapport de Statistique Canada”, 10 de junio de 2009:
http://www.greenpeace.org/canada/fr/actualites/l-agriculture-pire-que-les

15. Los datos en este párrafo provienen de: Food & Water Watch, “Fossil Fuels and Greenhouse Gas Emission from Industrial Agriculture”, Washington, noviembre de 2007.
http://www.foodandwaterwatch.org/food/factoryfarms/dairy-and-meat-factories/climate-change/greenhouse-gas-industrial-agriculture

16. FAO, “The Energy and Agriculture Nexus”, Roma, 2000, tablas 2.2 y 2.3. http://tinyurl.com/2ubntj

17. Ver GRAIN, “Paremos la fiebre de agrocombustibles”, Biodiversidad, sustento y culturas”, octubre de 2007,
http://www.grain.org/biodiversidad/?id=367

18. Food & Water Watch, “Fossil Fuels and Greenhouse Gas Emission from Industrial Agriculture”, Washington , noviembre de 2007.

19. Tristram Stuart, Waste: Uncovering the Global Food Scandal, Penguin, 2009,
http://www.penguin.co.uk/nf/Book/BookDisplay/0,,9780141036342,00.html

Los campesinos están enfriando la Tierra

(Vía Campesina, comunicado sobre el cambio climático, extractos)(1)

Los actuales modos de producción, consumo y comercio mundiales, han causado una destrucción masiva del medio ambiente incluyendo el calentamiento mundial que está poniendo en riesgo nuestros ecosistemas y llevando a las comunidades humanas al desastre. El calentamiento global muestra el fracaso del modelo de desarrollo basado en el alto consumo de energía fósil, en la sobreproducción y en el libre comercio.

Via Campesina cree que las soluciones a la actual crisis tienen que nacer de los actores sociales organizados que están desarrollando modos de producción, transporte y consumo basados en principios de justicia, solidaridad y bienestar comunitario. Ninguna solución tecnológica resolverá el actual desastre medio ambiental y social. La pequeña agricultura sustentable es intensiva en trabajo y requiere poco uso de energía; ello puede contribuir a enfriar la Tierra

En el mundo entero practicamos y defendemos la pequeña agricultura familiar sustentable y demandamos soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos saludables y culturalmente apropiados, producidos con métodos ecológicamente sustentables y seguros. Coloca las aspiraciones y necesidades de aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el centro de los sistemas y políticas alimentarios, y no las demandas de los mercados y corporaciones. La soberanía alimentaria prioriza las economías y mercados locales y nacionales y empodera a la agricultura campesina y familiar, a la pesca artesanal, al pastoreo y a la producción, distribución y consumo de alimentos basados en la sustentabilidad ambiental, económica y social

Demandamos urgentemente de las autoridades a nivel local, nacional e internacional:

El desmantelamiento total de las agroempresas: ellas les están robando la tierra a los pequeños campesinos, producen alimentos chatarra y crean desastres ambientales.

El reemplazo de la agricultura y producción animal industrializada por una agricultura sustentable de pequeña escala respaldada por programas de reforma agraria genuinos.

La promoción de políticas energéticas sensatas y sustentables. Esto incluye menos consumo de energía y producción de energía solar y biogás en las granjas en vez de la fuerte promoción de la producción de agrocombustibles, como es el caso actual.

La implementación de políticas agrícolas y de comercio, a nivel local, nacional e internacional, que respalden la agricultura y el consumo local de alimentos sustentables. Ello incluye la prohibición del tipo de subsidios que llevan al dumping de los alimentos baratos en los mercados.

1- http://www.viacampesina.org/main_en/index.php?option=com_content&task=view&id=457&Itemid=37

El Grupo de los 8 y la crisis climática: ¿Las acciones concordarán con las palabras?

Los gobiernos de algunos de los países más poderosos del mundo (1) se reunieron recientemente en Italia y produjeron un documento titulado “Liderazgo Responsable para un Futuro Sustentable”. En su declaración, ellos informaron al mundo que están “determinados a asegurar el desarrollo sustentable y a abordar los desafíos interrelacionados de la crisis económica, la pobreza y el cambio climático.”

Si no fuera porque la actual situación es tan trágica, resultaría gracioso.

El mundo está enfrentando una gran crisis económica, la pobreza está creciendo en todo el mundo —incluso en esos 8 países— y la crisis climática está convirtiéndose en un desastre. Todo, como resultado directo del liderazgo “responsable” ejercido, durante muchas décadas, por los gobiernos de esos y otros cuantos países más.

Es obvio que nadie puede culpar a países como Tuvalu, Fiji, Laos, Camboya, Papua Nueva Guines, Gambia, Namibia, Uruguay, Cuba o a la mayoría del los 192 estados miembros de las Naciones Unidas, por haber creado estos problemas. Sin embargo, la mayoría de ellos ya están sufriendo grandes impactos sobre sus pueblos.

El G8 ahora promete que ellos tomarán “el liderazgo en la lucha contra el cambio climático”, pero la realidad muestra que están haciendo justamente lo contrario: en el Reino Unido se está criminalizando a quienes han protestado para tratar de impedir el uso de carbón; en Alaska se planean perforaciones petroleras; las compañias petroleras y de gas de los países del G8 continúan beneficiándose de los combustibles fósiles, en tanto que el consumo en los países del grupo ha significado a destrucción de las selvas

Los países que ya están sufriendo con el cambio climático nunca han expresado el deseo de ser “liderados” por el G8. Al contrario, les están exigiendo, a ellos y a otros gobiernos poderosos, aceptar su responsabilidad por los problemas que han creado y hacer algo al respecto. No en el 2050, sino que ahora ya. No con declaraciones, sino que con acciones concretas. No a través de los “mecanismos de mercado”, sino que a través de legislaciones estrictas.

El mundo —sus pueblos y ecosistemas— no pueden tolerar más un sistema donde pocos gobiernos —basados en su poder económico, político y militar— utilicen y destruyan el planeta para su propio beneficio. Al respecto, el G8 necesita recordar lo que significa la democracia y aceptar que son una pequeña minoría a la que nadie les ha atribuido el liderazgo, excepto ellos mismos.

El mundo no quiere o necesita de sus “liderazgos” sino que necesita que actúen de manera “reponsable” para solucionar el desastre climático que han provocado. El mundo necesita que pongan sus acciones a la altura de sus palabras.

Movimiento Mundial por los Bosques (2)

(1) Los miembros del G8 son: Canada, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, the Reino Unido and los Estados Unidos. La Comunidad Europea también asiste.

(2) "Viewpoint", WRM Boletín mensual. número 144, junio 2009. www.wrm.org.uy

domingo, 7 de junio de 2009

Fotos de la Movilizacion de los Apicultores del 04/06/2009


LOS APICULTORES EMPUJADOS A LA MOVILIZACION

DESPUES DE HABER DENUNCIADO NUESTRA PROBLEMATICA EN:


* LA COMISION HONORARIA DE APICULTURA.

* ANTE EL REPRESENTANTE DEL MINISTRO EN LA PRIMERA JORNADA APICOLA EL 07/03/2009 DE LA SOCIEDAD APICOLA URUGUAYA.

* LA COMISON DE MEDIO AMBIENTE DEL PARLAMENTO.

* EL MINISTERIO DE ECONOMIA

* EL MINISTERIO DE VIVIENDA ORDENAMIENTO TERRITORIAL Y MEDIO AMBIENTE

* MESAS APICOLAS DEPARTAMENTALES

* PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA

* ANTE EL MINISTERIO DE GANADERIA AGRICULTURA Y PESCA, EN VARIAS OPORTUNIDADES.


LOS APICULTORES REALIZAN SU PRIMERA MOVILIZACION ANTE EL MGAP




Frases ilustres de nuestras autoridades de gobierno:



"El problema es que las abejas no repestan alambrados"

Ing. Humberto Almirati, Director General de Servicios Agricolas del MGAP.




"Las abejas trabajan en campos de otros."


"Los productores nos han dicho que aplican fipronil y al otro dia nomas entran las vacas"

Gustavo Morales, Secretario del MGAP




"Los apicultores no estan organizados"


"Además, hemos decidido por decreto firmado por el director de Sanidad Animal, restringir el uso de fipronil, que es un agroquímico muy selectivo..."


“La apicultura es una actividad que tiene un horizonte muy conveniente para el Uruguay”


Ing. Ernesto Agazzi, Ministro del MGAP


domingo, 31 de mayo de 2009

Los apicultores nos movilizamos para defender

  • CONVOCATORIA DE LA SOCIEDAD APÍCOLA URUGUAYA A LOS APICULTORES DE TODO EL PAÍS

    MOVILIZACIÓN FRENTE AL MINISTERIO DE GANADERÍA, AGRICULTURA Y PESCA

    JUEVES 4 DE JUNIO DE 2009


    Los apicultores nos movilizamos para defender:


    Ø Nuestras fuentes de trabajo dignas y genuinas

    Ø Nuestra independencia laboral

    Ø La preservación del medio ambiente

    Ø Las fuentes de alimentos inocuos

    Ø La salud de los uruguayos

    Nos estamos jugando nuestras fuentes de trabajo y el bienestar económico de varios miles de familias.

    Los productores apícolas estamos sufriendo:


    1) Pérdida del acceso a los campos debido a:

    Ø Extranjerización masiva de la tierra

    Ø Concentración de la propiedad de la tierra cada vez en menos manos

    Ø Los nuevos propietarios (la mayoría extranjeros que no viven en sus predios) a pesar de recibir beneficios tributarios, niegan el acceso de colmenas a sus campos

    Ø El Estado que no cumple ni implementa medidas que ya están legisladas, como que se cumpla el Artículo 8º de la Ley 17.115 de 1999. El acceso de colmenas a los predios forestales se logra sólo si se paga en dólares por cada colmena.

    2) Deterioro explosivo del medio ambiente dependiente de:

    Ø El Estado que no controla la aplicación y cumplimiento de normativas vigentes permitiendo la violación flagrante de las mismas.

    Ø Deterioro del medio ambiente por la aplicación de esquemas productivos agrícolas que se llevan adelante ante la pasividad de las autoridades competentes que saben perfectamente y en detalle el enorme daño causado y conocen alternativas para que la producción agrícola prospere obviando estos desastres.

    Ejemplos de esto son:

    Se ha permitido la expansión incontrolada y explosiva de cultivos cuyo manejo ha implicado el uso indiscriminado y muchas veces fuera de la ley de insecticidas y herbicidas, que en las últimas 2 zafras han matado y diezmado millares de colonias de abejas, dejando sin fuentes de trabajo a decenas de familias.

    Se ha autorizado el uso de insecticidas altamente tóxicos, que no sólo matan insectos, también matan peces, aves y mamíferos, sin hacer ninguna evaluación del impacto ambiental, ni controlar de que se usen adecuadamente. En realidad, no hace falta ningún estudio complejo y de alto costo para conocer los efectos tóxicos sobre las especies de animales que no son el blanco del insecticida: cualquier lugareño donde se aplique un insecticida por aspersión le va a decir la mortandad de animales que se produce en la región. Por otra parte, varias de estas sustancias por las razones antedichas han sido prohibidas definitivamente en muchos de los países más poderosos.

    Se ha autorizado el uso de insecticidas de alta residualidad y toxicidad, por ejemplo, no puede haber abejas en un radio de 4 km desde el sitio de aplicación de fipronil por aspersión durante 1 mes. Este insecticida genera, al desintegrarse sustancias que mantienen su toxicidad hasta 1 año, en los suelos y aguas que las contienen.

    Se han desarrollado cultivos que demandan frecuentes aplicaciones de herbicidas (por ejemplo, glifosato). Estos herbicidas no sólo han eliminado la floración silvestre dentro de los cultivos, sino que además los han aplicado fuera de los cultivos, en la orilla de los caminos comunitarios, dejando sin áreas de refugio para las abejas y eliminando drásticamente la biodiversidad vegetal. Diezmando nuestra fauna autóctona por desaparición de su ambiente.

    No se ha controlado como corresponde el uso de las tierras, por lo que se las ha trabajado en régimen de monocultivos, sin las rotaciones que retardan la erosión de los suelos.

    Pérdida del colmenar del país y sus consecuencias

    Ø Desde Julio de 2007 a Agosto de 2008, los apicultores hemos perdido 16% de las colmenas: 81.000 (desde 514.000 a 433.000). Entre las causas se encuentran: aumento en los costos de producción, mortandades por agrotóxicos, expulsión de los apicultores de los campos, pérdida de las fuentes de alimento para las abejas, factores climáticos.

    Ø La pérdida de 81.000 colmenas significó la pérdida parcial o total de los ingresos de más de 1.000 familias.

    Ø La pérdida de 81.000 colmenas significó una pérdida del potencial productivo de unos 2.4000.000 kg de miel (unos 5 millones de dólares).

    Ø Pérdida de la biodiversidad vegetal por falta de polinización cruzada y rotura de las cadenas alimenticias, que acelerarán la extinción de cientos de especies animales y vegetales.

    Ø La pérdida del potencial polinizador determina menores cosechas de frutos y semillas, menos forraje para los ganados de carne y leche.

    Los apicultores exigimos……

    · Que se prohíba definitivamente el uso de sustancias que deterioran significativamente el medio ambiente, que ponen en riesgo la salud humana, que destruyen en forma abusiva las fuentes de trabajo familiar y que ponen en riesgo la exportación de los productos de las colmenas.

    · Que el MGAP autorice la comercialización de agrotóxicos previa consulta con MSP, MVOTMA, apicultores y demás pobladores que recibirán el impacto de estas sustancias.

    · Que el Estado controle la importación, venta y uso de agrotóxicos.

    · Que el Estado controle e impida la desforestación masiva de nuestros montes naturales.

    · Que el Estado controle las causas e impida el deterioro de los suelos.

    · Que el Estado controle las causas e impida la pérdida de la biodiversidad vegetal y animal.

    · Que el Estado tenga en cuenta la opinión de los productores apícolas organizados y que esto se vea reflejado en la aplicación práctica de medidas consensuadas que comiencen a revertir los daños ocasionados al sector y a la sociedad uruguaya toda.

    · Que el Estado cambie la actitud mantenida hasta el momento en que los organismos burocráticos estatales terminan aplicando decisiones y estrategias que en definitiva no contemplan la opinión de los ciudadanos trabajadores directamente involucrados, perjudicando así al conjunto de la sociedad.

    · Que el Estado defienda y promocione la actividad apícola por todos los medios a su alcance disponiendo los recursos necesarios, tomando en cuenta la opinión de los productores organizados y que esto se vea reflejado en la práctica aplicando un plan de recuperación de la apicultura con firme compromiso del Estado.

    · Que el Estado disponga recursos para compensar a aquellos productores que han sido afectados por la aplicación de medidas emanadas desde sus autoridades.


    No debemos dejarnos confundir, el cambio climático colaboró en poner de manifiesto la gravedad del deterioro del medio ambiente, pero no es la causa primaria. Las causas fundamentales de la situación de catástrofe que vive la apicultura nacional surgieron por la actitud contemplativa y permisiva del MGAP cuyas decisiones terminan favoreciendo a las grandes empresas agropecuarias y hundiendo a los pequeños productores familiares.

    Si no se corrigen los desencadenantes, la apicultura esta condenada a retraerse y a más largo plazo desaparecer.
    Persistirán los apicultores con más recursos, pero por poco tiempo más.
    Los apicultores y sus hijos están siendo expulsados de la actividad laboral agropecuaria, para terminar desempleados o empleados fuera o dentro de la apicultura en el mejor de los casos.

    Consideramos que la tierra tendrá propietarios, pero el medio ambiente es de todos.

Los apicultores en el mundo por Giles Ratia presidente de Apimondia

Los apicultores en el mundo

Comunicado en las conferencias de prensa en París el 24 de abril de 2009 y en Bruselas el 27 de abril de 2009.
Promover el Congreso Apimondia 2009, Montpellier, Francia, 15 al 20 de septiembre de 2009.

Varios documentos se dieron en las conferencias de prensa en París y Bruselas, el siguiente al de Gilles Ratia, Presidente del Congreso de Apimondia 2009.

La abeja en el mundo... y con nosotros!

Una gota de miel es lo mismo en Grecia, Guatemala y Papua? Sí y no!

A pesar de un conocimiento ancestral de los secretos de la vida de las abejas, a pesar de la globalización de las ideas, gustos y prácticas a nivel mundial, es sorprendente que el arte de la apicultura tiene todavía tesoros de la diversidad. Enfoques y las soluciones varían en función de la cultura, botánica, clima, economía, tecnología, comercio, y lamentablemente en este triste tercer milenio, también teniendo en cuenta los riesgos debidos a la contaminación y los cambios drásticos en la naturaleza.

La miel apasiona, los apicultores apasionados

Nuestra famosa gota de miel será clara como el agua en el corazón de Hungría, ébano negro como en el monte kurdo, de oro deseo en las pampas argentinas, o incluso blanco como la nieve en las colinas vietnamitas. De hecho, los néctares de acacia, flores, trébol, o ricos litchis ofrecen las variedades de miel, no sólo de color sino también en el sabor, los tipos de cristalización, o en lo terapéutico. De hecho, en todas las latitudes, en el norte de Escandinavia a Tierra del Fuego, o a través de los oasis del Sahara, encontramos no menos de cuatrocientos diferentes mieles mono florales que son un venero para los amantes de las abejas, a sabiendas de superar el miedo a las picaduras.

Si los cazadores y forestales de miel en la República Democrática del Congo, apicultores escaladores en los acantilados de Bhután, api recolectores en lo que queda de la selva de Borneo, los aficionados en los Alpes austríacos o trashumantes empresarios en la carretera principal de Estados Unidos, todos están bajo la influencia completa de la extraordinaria complejidad y la actividad de la colmena. Sin pasión, no hay ejecutor... Con un perfil psicológico similar sea cual sea el continente, el rey del ahumador está cerca de la naturaleza, individualista, ambientalista y con la frecuencia suficiente como para completar el retrato, en una desbordante inventiva. La superficie del Museo del Louvre es apenas suficiente para contener todos los sistemas, las artesanías o el perfeccionamiento de materiales, el estar dispuesto a hacer el trabajo más fácil en los colmenares, o para cuidar de los productos de miel de abeja. Desde la jaula de bambú para el transporte de la famosa reina de las abejas hasta el sistema electrónico capaz de dar información remota a través de un celular profesional sobre los progresos de la miel, de las cadenas de la extracción de miel de acero inoxidable a las normas ISO, la gama de materiales de información sobre la diversidad, sino también la moderna sofisticación de un reciente comercio agrícola, paradójicamente, sigue siendo muy, muy cerca de la naturaleza. Los productos de la colmena, miel, polen, jalea real y propóleos, son de una increíble riqueza y puede realmente ser etiquetados como “nutracéuticos”, debido a las propiedades terapéuticas que se conocen. Asimismo, ¿Y sin más no son profesionales de la salud interesados en la apiterapia?

Nuestra gota de miel viaja a través de los mercados internacionales.

Más de una cuarta parte de la producción cruza a través de las fronteras para la gran alegría de nuestra curiosidad y nuestro paladar...! Dependiendo de los esfuerzos gubernamentales, las actividades de desarrollo de las ONG, de la legislación de protección de los consumidores y, sobre todo las condiciones climáticas cada vez más irregulares, hacen que las producciones y las exportaciones sean fluctuantes. Muchos apicultores sufren las duras leyes de comercio internacional. Este último punto supone la decadencia de la profesión que pone en peligro un sector que además en los últimos años sufre una tasa de mortalidad inusual de las colonias de abejas.

Si durante siglos la desaparición del 5% anual de de las colonias fue la norma biológica, el actual 40% en algunas partes del mundo más allá de toda comprensión es evidencia que la abeja, como un bio - indicador se ha convertido en una “alarma de advertencia”. Que debe conocerse y entenderse este mensaje bajo pena de una grave crisis futura para la humanidad. Nada menos que eso! No hay que olvidar que cuando la abeja da un euro al apicultor, brinda también una media de 15 euros a los agricultores, los cultivadores de árboles, jardineros y cultivadores de mercado dentro de un radio de tres kilómetros alrededor de la Colmena. De hecho, con la polinización, las abejas del mundo representan el 80% en la vida sexual de las plantas, que representen al menos el 15% de nuestra dieta. También no hacer caso omiso de la obra colosal y aporte a la naturaleza: miles de millones de miles de millones de abejas, incansables y generosas, mantienen la biodiversidad, día tras día, silenciosamente, sin pedir nada. Sin ellas...

Pero cuidado, las abejas se están muriendo. Provocado por el debilitamiento de las colmenas, el síntoma de la desaparición de las abejas, la pérdida de sus colonias se convirtió en insoportable para algunos profesionales y se esta temiendo lo peor para el rendimiento de los cultivos. Gran pregunta: ¿qué pasa después? En principio los honestos intelectuales sostienen que todos somos responsables! El envenenamiento por armas de destrucción masiva que son las nuevas generaciones de pesticidas neonicotinoides de alta persistencia en el suelo y en la negligente acumulación de tratamientos anti varroa que dejan residuos en la cera de las colmenas, el adoptar el comportamiento de la avestruz sobre los riesgos de la contaminación del aire debido a las nuevas tecnologías de comunicación (como lo hicimos siempre con el amianto, por ejemplo), o la información proporcionada en relación con la increíble pérdida de la dieta de las abejas con el deterioro de la biodiversidad, (cada vez más “desierto verde” alfombran los campos), es hacer caso omiso de los problemas planteados por la sobre - alimentación artificial de las colonias o de su trashumancia repetitiva, empujando la idea de que el agua, principalmente de la escorrentía recogida por nuestros queridos insectos es cada vez más contaminada, sin más, contra la progresiva invasión de nuestros campos de cultivos modificados genéticamente (auto producción de insecticidas + desconocido impacto del polen modificado sobre el metabolismo de las abejas), no incluidas en las posibles sinergias potenciales entre todo lo que ha sido descripto, es cierto que el fenómeno anormal de muertes de colonias de abejas siguen persistiendo. No olvidemos jamás: “... sin ellas!

La mayoría de los científicos, sin compromisos y financieramente independientes, afirman que el hecho de la desaparición de las abejas son el marco de un problema multifactorial en el que participan al menos una docena de posibles razones, todos cuestiones del “progreso” y los avances de nuestras civilizaciones. El todo sirve, sin que haya una explicación existente. Estamos en presencia de un complejo de factores y sinergias donde las jerarquías difieren de un hábitat a otro, de una región a otra. Aquí el papel de los plaguicidas son mayoría en los hábitos e intereses económicos importantes (creo muy firmemente en la Europa occidental), también falta de formación en el tratamiento de nuevas enfermedades y parásitos de abejas (África y el Himalaya), en estudios de aceites esenciales de tomillo y orégano ¿Y qué diré de la línea de trabajo en China sobre las abejas americanas sustentadas a dosis de isoglucosa y antibióticos?

Soluciones, aquí, ahora, urgentemente!

Antes de “la” crisis, los apicultores hicieron todo lo posible para eliminar las causas propias debidas a sus prácticas. Pero son los factores exógenos el principal problema. Y principalmente entre ellos la excesiva utilización de plaguicidas, la puesta en el mercado de nuevas híper moléculas tóxicas (menos de 50 gramos por hectárea son suficientes para realizar una “matanza”) y el uso de las nuevas tecnologías de difusión como en semillas. Los plaguicidas fueron hechos para matar. Nuestras abejas no se escapen, por desgracia.

Es urgente que los gobiernos, las ONG, los organismos federados como Apimondia, los actores mediáticos y especialmente USTED debe entrar en el inconsciente colectivo la importancia del papel de este frágil insecto que es nuestra querida abeja, que vive del néctar y polen de las flores, pero no resiste los diferentes venenos sobre ellas.Nuestro futuro reside en una agricultura racional, “sostenible” a modo de utilizar una palabra, pero lo más importante: en el desarrollo de estándares de prácticas de “biodiversidad”.

El Congreso de Montpellier, cuyo tema es “La abeja Centinela del Medio Ambiente”, contribuirá a la necesaria toma de conciencia. De modo que en cada mesa familiar, tanto en la profunda Etiopia o el emergente Uruguay, o en la poderosa China o la calma Finlandia, pueda seguir recibiendo la famosa gota de miel…

Gilles Ratia
Presidente del Congreso Apimondia 2009, y Consultor Internacional de Apicultura
contact@apiservices.com
www.apiservices.info
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EL VERDADERO PELIGRO DE LOS TRANSGENICOS

SI NO ACTUAMOS MORIREMOS MUCHOS EN LA RULETA GENETICA